Cuando los hombres buscan la diversidad caminan, viajan. En una calle cualquiera de North End en San Andrés, los hemos visto caminando en grupos de 20, 30 ó 50 personas, indistintamente. Blancos, muy blancos, la piel en partes está roja y quemada por los efectos del salitre y el sol, van extenuados. Son turistas y han disfrutado de una estupenda mañana de playa. Son las primeras horas de la tarde. Hace hambre. Mucha hambre.
–Y, sumercé ¿ya almorzó? -No sumercé. Estamos buscando un almorzadero, y no hay comida. En el único que nos dijeron que sí, tenemos que esperar media hora, mientras preparan de nuevo. Ya lo vendieron todo. Todo se les acabó. -Ah, pues sigamos caminando, no hay de otra. -Pues sí. No.
En un restaurante un hombre espera que quede alguna mesa libre. ve una en la un hombre cabecea dormitando. -Disculpe camarero, ¿porque no despierta a ese hombre y le dice que hay gente esperando para comer? -Ya se lo he dicho tres veces y vuelve a quedarse dormido. – ¿Y por qué no le hecha? -Porque cada vez que le despierto pide la cuenta y la paga.
Van en busca de los restaurantes populares, son los más apetecidos. Surge un inconveniente, es la 1:30 de la tarde, ya no hay comida. Todo se ha agotado. Hasta el pegao, o el cucayo como se dice en el Caribe Colombiano. Los restaurantes populares no dan abasto, un gran enjambre de abejas, abejas no, turistas, turistas, turistas, buscan desesperadamente la carta de los restaurantes populares por la variedad de sus platos, son deliciosos y muy económicos. Por un plato completo y con pescado pargo rojo lo máximo que usted puede pagar son 11Mil pesos, mientras que el plato más económico se consigue en 5Mil pesos. Eso me recuerda aquel chiste.
Un hombre que entra a un restaurante y le pide a un camarero el menú del día. El camarero le entrega la hoja, en donde se puede ver que es un menú algo caro. Al leerlo, le pregunta al camarero: -¿Y acá no hacen descuento a los colegas? -Pero usted también es camarero? -No, pero soy ladrón.
De octubre en adelante, la situación se mejora, dicen los guías turísticos. Parece que comienza a llegar a las islas, la gran afluencia de visitantes de fin de año. Pero, volvamos con nuestros grupos de turistas que van en busca de un restaurante popular. Cuando por fin llegan a uno, de los tantos del Centro, que se encuentra enhuesado con lo poquito preparado para ese día, aquella avalancha de los grupos de visitantes que andan sueltos de madrina del todo incluido, son la bendición para la caja registradora, que generalmente es un cajón de madera con escasos billetes y monedas. Toman asiento, y comienzan los pedidos.
En ese restaurante un turista pregunta: – ¿A quién se le perdió un rollito de 1.000 dólares amarrados con una liguita roja? Y otro contesta: – ¡A mí! -Mira, me encontré la liguita roja.
El mesero sirve en la mesa los primeros platos humeantes. Todo se inicia con una sopa caliente invariablemente puede contener huesos de res, cerdo o pollo, granos, o pasta. Luego usted escoge entre las muchísimas preparaciones de carnes blancas y rojas, que lógicamente vienen acompañadas de arroz, ensalada, tajadas o las más exquisitas viandas que siempre son objeto de variedad; además, del refresco acompañante, que puede ser una avena ó una tradicional y deliciosa agua de panela. Si usted, puede con todo eso, y no deja nada en el plato, como acontece comúnmente, únicamente resta un buen café y una buena cama donde pasar la siesta, porque con semejante llenura, no será capaz de otra cosa más que dormir, con la alegría de haber comido rico, y sin maltratar el bolsillo. Del colesterol nadie responde, porque barriga llena corazón contento.