Por: Daniel Newball H.
Luego de más de dos décadas de haberse aprobado una nueva Constitución, y en la cual se otorgaron a los ciudadanos poderes especiales para defender sus derechos mediante recursos cautelares ante los estrados judiciales, es merecido hacer un balance que arroja resultados catastróficos para una legión de jóvenes que ganaron poder, pero sin el debido conocimiento del qué hacer con él cuando lo obtienen.
Para no extenderme en prosa, muchos son los jóvenes que ganaron poder con el otorgamiento de derechos especiales por el respeto por sus cuerpos, el mejoramiento de la educación, la no extensión de horarios de estudio, la adopción de conductas de riesgo y el libre desarrollo de la personalidad pero sin saber cómo manejarlos en el momento dado de poder desarrollarlos plenamente.
Son derechos que son libremente ejercidos y con el beneplácito de los adultos, no necesariamente los padres de familia, para finalmente terminar siendo objetos de manipulación para juegos infames de poder con saldos trágicos donde los únicos beneficiados serán sus manipuladores y, posiblemente, su prole en mero acto de demostración de superioridad y desdén.
A veces no es entendible como existen grupos de jóvenes que piensan que tienen el tiempo limitado y que pretenden vivir la vida a 1.000 kilómetros por hora, quemando etapas con afán y sin propósito alguno.
Estos juegos de control y dominio desembocan en resentimiento y frustración para cientos de jóvenes en nuestra isla que destilan, pese a las comodidades y ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías, odio, frustración, desdicha y miseria en cada una de sus acciones; con pensamientos y comportamientos criminales con el único objeto de destruir a sus vecinos.
Sentimientos que vemos que se vienen incubando en espacios de convivencia como los colegios, escuelas y, me atrevería a decir, en espacios como congregaciones religiosas, grupos juveniles y discotecas.
Ninguno de estos lugares se escapa de la atmosfera de beligerancia de una pléyade de resentidos y frustrados que, como legiones de la Antigua Roma, pretenden conquistar espacios con la única aspiración de ganar respeto por parte de los adultos y, como gladiadores en la arena, saludan a quienes los manipulan ofreciendo sus vidas en sacrificio.
Es necesario que su comportamiento libertino es beneficio para los demás, sobre todo desde el punto de vista económico ya que quienes conocen el funcionamiento del sistema les conviene que cada vez más esta franja de la población sigan sirviendo como “carne de cañón” al servicio de intereses mezquinos y maniqueos de una satrapía de lobos feroces y egoístas.
Para la muestra, un botón. El Ministerio de Educación Nacional reveló recientemente como de manera infame desde los colegios se han venido inscribiendo alumnos “fantasma” para llenar los cupos, cupos que son cobrados ante el Gobierno Nacional dentro de los recursos que se asignan a los entes territoriales por estudiante.
La cifra es alarmante. Alrededor de 560 mil estudiantes están inscritos sin siquiera ir al salón de clase para atender el llamado a lista y los recursos que se han perdido alcanzan los $860.000 millones de pesos, dineros que van a los bolsillos de los poderosos que gastarán con sus familias, sus amigos, sus hijos se matricularán en las universidades de alto nivel mirando con desdén a quienes no lo hacen y, en el caso de que los menos favorecidos quieran acceder a estas platas, y más aún si son del sexo femenino, deberán cometer favores sexuales para conseguirlos, convirtiendo el lenocinio y la fornicación en el proyecto de vida más rentable para poder subsistir.
Precisamente, y aquí es donde surge el tema de las libertades sexuales, es necesario ir formando sobre el tema del manejo de sus cuerpos, no para que puedan lograr llamar la atención de la sociedad ni adoptar una conducta de riesgo para causar una impresión.
Los recientes documentos de organizaciones mundiales dirigidas a mejorar la vida de los jóvenes, señalan que la libertad y el libertinaje sexual son dos temas que suelen confundirse en la juventud, porque creen que tener libertad sexual es estar el uno con el otro, y así sucesivamente, los jóvenes piensan que tener libertad es poder hacer con sus vidas lo que quieran y muchas veces no tienen en cuenta que se están dañando tanto su integridad como su autoestima.
En realidad la libertad sexual es la que permite expresarse de forma placentera con aquella persona que se quiera compartir de forma responsable ya que cuando se llega a la pubertad se empieza la búsqueda del placer ya que es un deseo natural porque nuestros cuerpos buscan experimentar nuevas cosas.
Que no terminen nuestros jóvenes como Grigory Alexandrovich Pechorin, personaje central de la novela “El héroe de Nuestro Tiempo”, del escritor ruso Mijaíl Lermontov, quien en medio de su desdicha y comportamientos desdeñosos hacia la vida decía: “Voy a aventurar mi vida, ni mi honor, veinte veces, pero no voy a vender mi libertad. ¿Por qué lo valoro tanto? ¿Para qué me estoy preparando? ¿Qué puedo esperar del futuro? De hecho, para nada en absoluto».
La recuperación del autoestima de nuestros jóvenes se puede lograr siempre y cuando haya orientación por parte de los adultos, no un proceso de manipulación y engaño sobre presuntas libertades y poderes que poseen como jóvenes sino, en su lugar, mostrándoles que existe una vida más larga y el tiempo para ir aprovechando los espacios de modo que puedan descubrir que el verdadero poder no está en poseerlo sino en ejercerlo con responsabilidad y quemando cada una de sus etapas.