Antonio Colmenares Martínez
Gracias Selección, porque finalmente la mayoría de las mujeres supieron lo que se siente con un gol, disfrutaron de ese momento que brinda el fútbol que es lo más parecido a un orgasmo. Si antes había muchas mujeres en Colombia que acompañaban a sus parejas o padres a ver los partidos, más por amor solidario que por verdadero gusto, hoy son ellas las que patrocinan el bienestar de los entornos en la sala de la casa o en algún lugar en donde instalan pantalla gigante para el disfrute de compartir con otros grupos las alegrías o la tristeza que generan los resultados del trabajo que realiza un puñado de colombianos que luchan en un campo de juego envueltos en la bandera nacional.
Gracias a James Rodríguez, ese ‘pedacito’ de Colombia que aprovecha el espacio de una baldosa para voltearse y dejar a los defensas y arqueros convertidos en espectadores de sus ejecutorias goleadoras, quintándole protagonismo a sus propios compañeros delanteros que se convierten solo en piezas de señuelo para distraer a los contrarios mientras con su agudeza y rapidez mental James o Cuadrado, suman para que Colombia suba por una escala a la que hasta ahora era difícil acceder.
Esta selección hace sentir a todo el pueblo colombiano lo que sienten desde niños quienes han tenido la fortuna de pisar los terrenos de juego, desde ese imaginario estadio que los niños pintan en su imaginación cuando juegan en el patio de su casa o en las calles, bajo la protesta de los vecinos que cuidan los vidrios de sus ventanas.
Hoy en día, James Rodríguez, un chico de apenas 22 años, se convierte en una especie de mago, para pegarle al balón por cualquier perfil, sin importar que pierna deba utilizar, con madurez que de pronto su rostro de niño no refleja, con la seguridad de quien sabe para dónde va y que con su estilo de juego demostrado hasta lo que va del mundial se pone al lado de las súper estrellas y reta a los mejores como Van Persie, por ejemplo.
James y toda la selección Colombia en el partido contra Uruguay, lograron reacciones insospechadas en todos los colombianos, en ese viaje del balón para depositarse manso entre las piolas, disparado desde la pierna izquierda del cucuteño. En San Andrés, como en toda Colombia, sin excepción todos los colombianos con la camiseta amarilla, se levantaron bruscamente, con los ojos expresivos y abiertos al máximo, músculos crispados y con ganas de meterse en la pantalla. Ese es el minuto 28 más esperado, recordado y amado por los colombianos. Podrán venir muchos más pero este, del sábado 28 de junio, no se olvidará jamás porque abrió el camino de la certeza de que había y hay con qué hacer mucho ruido en este mundial.
El ballet colombiano volvió a lucir en el escenario sagrado del mítico Maracaná cuando al minuto cinco del segundo tiempo, ‘mecieron la cuna de lado a lado’, centra Martínez desde la izquierda cambiando de perfil y pone el balón elevado por la derecha para que con la cabeza Cuadrado se la baje, ‘como con la mano’, a James que entraba por el centro y le bastó tocar para que las piolas se volvieran a templar como las cuerdas de los tiples en Neiva o de las arpas en los llanos orientales y volvieran todos los colombianos en un intenso frenesí a interpretar el concierto del segundo gol que sellaba contundentemente un triunfo histórico y que le sumó a Colombia uno de los más lindos recuerdos, porque los que habían ya estaban en sepia como el gol olímpico de Marcos Col en Chile, cuando la selección empató con Rusia y el cinco cero contra Argentina. La felicidad es cuestión de momentos y los colombianos deben disfrutar este en el que un joven de 22 años con excelentes condiciones y talento es capaz de crear, abrir espacios, enlazar, descongestionar, destapar y definir, acompañado por un grupo de ‘parceros’ que están también en excelente momento de creatividad futbolística.