Antonio Colmenares Martínez
Las administraciones, políticos, académicos, estudiantes, científicos y cuanto ser viviente ha nacido en Colombia crece convencido que el país va solo hasta donde termina la tierra. Es decir que no ven el mar sino como un charco exótico al que hay que ir al menos por conocer, quemarse en una playa y regresar a pensar en tono andino, en medio del concierto de montañas, de ríos, de sabanas, pero el mar, que en Colombia es por partida doble, pacífico y atlántico, no se nota, no existe, no hay proyectos, nunca los ha habido, lo más osado ha sido la cátedra de Biología Marina de la cual es pionera la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Parecía una locura, estudiarla en la carrera cuarta con calle de 23 de Bogotá, pero al menos esa fue, de alguna manera la única aceptación legítima de reconocer esa enorme riqueza olvidada, despreciada y desde luego inexplotada. Gobierno tras gobierno no se han ocupado de esa maravilla misteriosa y cada vez más perseguida por los demás países menos por Colombia, que ha permanecido indiferente.
Por eso el plenipotenciario Esguerra, famoso por firmar en 1923 el Tratado con Bárcenas, pasa a la historia por regalar no solo la Mosquitia sino también la plataforma marina hasta el meridiano 82. Sin dársele nada, de un plumazo, entregó una pierna del cuerpo del país y una de las más importantes por ser parte de la confianza que los creoles y misquitos tenían en el gobierno nacional que creían capaz de defenderlos y no permitir que les dividieran sus familias, unos primos en Nicaragua, tíos en Colombia, como tras una cortina de ignorancia de los dos países que simplemente trazaron líneas geográficas sin pensar en la gente.
Pero más allá del ‘regalo’ de Esguerra, quedó el apetito abierto de los nicaragüenses que cada vez vienen por más, irremediablemente, porque ya le ‘agarraron el ritmo a Colombia’, ellos saben que a este país no le importa el mar, la estupidez andina no le ha dejado ver a los presidentes, más allá de Monserrate o el montículo donde está encaramado el ‘Pueblito Paisa’, además la diplomacia nacional es mediocre, solo pose como para la foto de importantes pero cero resultados positivos, todos los procesos se pierden, la historia colombiana está plagada de derrotas diplomáticas, con Venezuela, con Perú y con Nicaragua que nos vio la cara.
Los océanos atlántico y pacífico son casi un estorbo para los gobiernos que no saben qué hacer con ellos hasta el punto que la pérdida de 75 mil kilómetros de mar simplemente fue un ‘falso dilema’ para el pusilánime presidente Juan Manuel Santos.