Por: Daniel Newball H.
La cuestión esta apenas clara. Así como alguna vez llegaron los capitalistas con sus sueños expansionistas y acciones visionarias, y hasta egoístas en cierta forma, estaremos afrontando una situación donde por sustracción de materia, ni siquiera el Estado con su poder de acción podrá hacer algo al respecto.
El hecho de que el Gobierno Nacional esté enfocando su mirada hacia la isla con su plan ambicioso de inversiones públicas, y al tiempo que los entrega en concesión para que lo administren grandes corporaciones privadas, no significa que la cuestión está del todo solucionada. Sólo basta con mirar como en las demás regiones del país los grupos de congregación social están emprendiendo acciones de protesta frente al incumplimiento de promesas gubernamentales consistentes en frugales subsidios para sostener la situación mientras se soluciona la crisis gracias a un espejismo de crecimiento económico proporcionado por los acuerdos de libre comercio que ha suscrito el país con potencias extranjeras.
San Andrés, un auténtico paraíso de los subsidios en servicios públicos y población vulnerable, llegará a un punto en que no podrá sostenerse más y habrá, tal y como ha ocurrido en otras zonas del país y el mundo, una desbandada similar a la que hubo en la región cuando miles llegaron en busca de la prosperidad ofrecida por las bondades del Puerto Libre. De hecho, docentes y demás profesionales que en otrora llegaron a la isla hace algunas décadas a ejercer sus profesiones, han decidido regresar a sus lugares de origen, incluso con sus hijos, ya que la isla no es la misma que observaron hace tiempo.
Es curioso ver como alguno de ellos regresan gracias a las noticias que se han venido divulgando a través de los medios por las inversiones que se hacen por parte del Gobierno o tratando de redimir antiguas relaciones familiares ancestrales para poder conseguir el trabajo que en sus lugares de procedencia no consiguen, olvidándose que en la isla hay personas que aún creen y que permanecen a pesar de las crisis. Pero más allá de criticar el por qué las personas emigran, hay una situación que no se ha ventilado ni tenido en cuenta como posibilidad de ocurrencia en caso de que el actual ritmo de criminalidad, desobediencia civil y anarquía sigue creciendo a un ritmo exponencial sin que nadie haga nada al respecto.
Hace poco, la ciudad de Detroit, una de las más progresistas de los Estados Unidos, se declaró en quiebra por un ritmo de crecimiento bajo en población y la desaceleración de las inversiones de grandes compañías que han perdido el poder de otrora como lo son las grandes empresas automovilísticas, los cuales han perdido poder frente a las empresas foráneas.
Las tres empresas automovilísticas de Detroit, conocidas como las “Tres Grandes”, ya no son las más grandes y se han quedado rezagadas ante sus rivales extranjeros mientras que la economía de Míchigan perdió 450,000 empleos en la industria manufacturera durante los pasados 10 años, todo ello junto con el descenso poblacional de Detroit.
Y mientras que la Ciudad del Motor sufre el desempleo de una industria automovilística diezmada, también padece crimen, altos impuestos, malos servicios municipales, desplome del valor de la vivienda y un sistema de educación pública en ruinas, con un déficit de $327 millones y una tasa del 19% de abandono escolar.
Para comprender el por qué la gente en realidad está abandonando Detroit, se estableció que se pierde población debido a que la gente se dirige hacia ciudades o distritos vecinos con menos crimen, mejores escuelas y unas perspectivas económicas en alza. Una antigua habitante de la ciudad contaba al periódico Detroit News y decía: “Para mí, Detroit se ha vuelto un desastre… No estaba recibiendo el beneficio de pagar impuestos. Los servicios públicos son malos y no podía usar el sistema escolar. Y si uno mira el costo de vida y la corrupción, no tiene más remedio que irse”.
En otras palabras, el mal gobierno y la situación paupérrima social que ha venido envolviendo a la ciudad la hizo irse y ahora está buscando algo mejor en otro lugar de los Estados Unidos, un país donde la gente no tiene el mínimo temor en irse hacia otro lugar si tienen necesidad de hacerlo. Y que conste que Detroit ha estado bajo liderazgo progresista durante décadas y el gran problema es que su salida al progreso se la bloquea el mismo mecanismo político que la ha llevado a la ruina.
En el 2003, un filántropo ofreció $200 millones para crear 15 escuelas chárter en la ciudad y a pesar del lastimoso sistema de educación pública de la ciudad, el plan fracasó y se retiró la oferta millonaria tras las protestas de la Federación de Profesores de Detroit quienes pelean por el sostenimiento del status quo en la ciudad. Poco ha cambiado, ocho años después. Un administrador financiero de emergencias nombrado por el estado ha propuesto cambios radicales en las escuelas públicas de la ciudad, incluyendo un plan para convertir en escuelas chárter a 41 de esos centros educativos. ¿Se imaginan quién se ha opuesto a las reformas? Sí, ese mismo sindicato.
Algo muy parecido, y de pronto peor, a lo que sucede en la isla de San Andrés, con el agravante de que en la medida que las personas insistan en quedarse, tal y como el sociólogo Jay Forrester advertía en su “Teoría del Atractivo”, donde las personas cada vez que encuentran mejoras en su calidad de vida en un lugar encontrarán un motivo para quedarse. Lo que en el momento de agotarse veremos una desbandada de proporciones épicas y una quiebra en tiempos modernos para la isla que nos tomarán inadvertidos y requiriendo de nuestra mayor creatividad para que podamos resolverlo, situación que podemos evitar con buena planeación y disciplina.