Por: Daniel Newball H.
Dentro de los más recónditos y oscuros anales de la dinámica y compleja administración pública, yace un sanedrín de mediocres y ambiciosos advenedizos que, por encima de las necesidades de la comunidad isleña, enfocan sus esfuerzos para lograr acumular grandes riquezas para elevar sus condiciones de vida y, de paso, hacer sentir a otros que son hijos de menos madre de ellos.
Este tema ya lo he venido tratando en anteriores columnas que, seguramente, ya los habrán leído los involucrados y, pese a que no menciono sus nombres, muy seguramente también harán las reclamaciones del caso cuando vean que sus ambiciosas e insaciables actividades lleguen a su fin.
La novedad de mi columna en esta oportunidad es para referirme al cartel generado en la formulación de proyectos de desarrollo que, conformados por un conjunto de personajes sin rostro, mal vestidos e incautos, logran manipular desde las más altas esferas del poder local y nacional la dirección de los recursos sin que se haga nada al respecto para poder desarrollar un proyecto digno para el crecimiento de nuestra región.
Muchos pensarán que este fenómeno sólo ocurre en nuestra región pero, a diferencia de lo que muchos piensan, es un fenómeno global, una tendencia que se registra en lugares donde la pobreza pulula y la formación de sus gentes es algo privilegiado por estructuras de poder cuya dinámica es la supremacía sobre los demás.
Debo insistir hasta el cansancio, así peque de reiterativo, mencionar los preceptos consignados en un ensayo publicado en internet titulado “Estado, Corrupción, Élites y Democracia”, y donde se hace mención de la Adaptación por Innovación del sociólogo estadounidense Robert Merton.
En cuando al modo de adaptación por innovación, Merton lo abordó con referencia exclusiva a la actividad económica, colocándolo en la esfera de los comportamientos desviantes; por tanto, se cumple mediante el uso de recursos institucionalmente prohibidos, pero que suelen ser eficaces para lograr apariencia de éxito, riqueza y poder.
Todas la direcciones apuntan, entonces, al hurto, al delito, al vicio organizado, etc. En el fondo, el comportamiento innovador definido por Merton tipifica la «legalización social del comportamiento inconsciente» como remedio a un generalizado límite impuesto por la institucionalidad.
Merton decía que «solo cuando un sistema de valores exalta, prácticamente sobre cualquier otra meta, ciertos objetivos de éxito comunes a la población en general, en tanto que la estructura social bloquea de modo riguroso las vías aceptables para alcanzar esas metas a una parte considerable de la población, se desarrolla a gran escala el comportamiento desviante.”
En otras palabras, mientras que la sociedad, o el mismo sistema de antivalores que pretende imponerse, siga vendiendo la idea que la única forma de poder sobresalir es enriqueciéndose, con el pleno convencimiento de que otros deben estar en estado de pobreza y escasez para poder sentir altos niveles de satisfacción, siempre continuará galopante las tendencias de corrupción e impunidad que han venido ocurriendo.
De nada servirán los esfuerzos de lograr una sociedad de emprendedores si los grandes proyectos caen en manos de una pléyade de trogloditas y sedentarios sociópatas con capacidad de manipular el sistema, siempre listos como gladiadores romanos dispuestos a morir por el César con tal de poder conseguir grandes riquezas para poder viajar, visitar a sus dermatólogos, viajar por el mundo, hospedarse en hoteles de cinco estrellas y, porque no, darle a sus hijos la infancia, adolescencia y adultez que no pudieron tener por falta de dinero.
A estos sujetos es necesario recordarles que son servidores públicos, que gracias a su compromiso con la comunidad es que logran amasar sus “fortunas” y que no pueden pretender tratar a los demás como basura y sin tener que rendirles cuentas a nadie, seguramente, porque tienen el sistema controlado.
Es hora de mirar las estadísticas, los recientes porcentajes de abstención electoral las cuales van inversamente proporcional a los afectos por nuestros gloriosos deportistas que inspiran a seguir adelante por sus propios esfuerzos para ver si de una vez por todas se concientizan de que ya nadie confía en ellos por la forma infame como suelen proceder.