Weildler Guerra Curvelo
Una percepción extendida entre los pescadores artesanales del Caribe colombiano es que el panorama de su actividad es desolador. Los esfuerzos que deben hacer para obtener una captura satisfactoria implican cada vez más horas empleadas en la faena, mayores distancias por recorrer en el mar y, en consecuencia, un aumento significativo en el consumo de combustible para sus embarcaciones. Hasta hace poco tiempo la responsabilidad institucional en materia de pesca estaba ampliamente diluida en diferentes dependencias y aunque el país ya dispone de una Autoridad nacional de acuicultura y pesca su proyección real aún no se ha sentido en algunas regiones costeras de Colombia.
A menudo quienes practican la pesca artesanal son vistos como una reliquia del pasado, sus vidas, creencias y prácticas se perciben como próximas a desaparecer. Los conocimientos de estos pescadores sobre el mar, los fenómenos oceanográficos y climáticos, así como sobre la biota marina son subvalorados y poco conocidos. La modernización de las pesquerías está asociada a la transición hacia la pesca industrial y gran parte de los recursos estatales han estado orientados hacia ese sector. Sin embargo, los pescadores artesanales pueden ser grandes aliados en el manejo adecuado de los recursos pesqueros y han contribuido desde hace muchos siglos a la seguridad alimentaria de millones de personas en el mundo.
La gobernanza de las pesquerías comienza entonces con el reconocimiento de la existencia histórica de la pesca a pequeña escala y con la identificación de los factores que pueden promover o afectar su actividad. Proteger las áreas de pesca artesanal frente a la intrusión de embarcaciones industriales que traen consigo métodos arrasadores de los recursos ictiológicos es un segundo paso para la preservación y fortalecimiento de las pesquerías. Es una buena señal que se hayan constituido en el Pacifico Zonas Exclusivas de Pesca Artesanal (ZEPA). Un cambio de actitud importante sería la valoración del conocimiento ecológico tradicional de los pescadores artesanales. Este no se limita a las técnicas de navegación y captura sino que incluye imágenes acerca de la pesca, valores y metáforas que proveen sentido y atención del pescador hacia el mar y sus recursos.
La pesca y los pescadores artesanales deberían ocupar un lugar más visible en la agenda nacional. Pocas veces se ha escuchado a un periodista preguntarle a un candidato presidencial sobre su visión del mar y sus propuestas para fortalecer la estructura institucional bajo la cual el manejo de los recursos marinos debe operar. Insólito en un país que cuenta con el mar Caribe y el océano Pacifico. Los pescadores carecen usualmente de una fuerte representación política ello explica su poca visibilidad. Urge fortalecer sus organizaciones con miras a proteger sus intereses y a otorgarles mayor poder y peso frente a las instancias gubernamentales, pesqueros industriales, intermediarios y los distintos grupos de interés que giran alrededor de la pesca y los recursos marinos en nuestro país. De no hacerlo esta actividad se encontrará cada vez más cerca del naufragio.
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