(Captura de imagen de Internet) Una infección vaginal que desembocó en un síndrome amniótico, no detectada por parte de los médicos que atendieron a la madre de la pequeña Isabela desde su etapa de gestación, fue la causante de que hoy, con apenas seis meses de nacida, ahora vea cómo se van desprendiendo de su pequeña y tierna humanidad sus deditos y piernitas, una situación que enciende las alarmas y significan un llamado silencioso, y a la vez fuerte, por ayuda.
La pequeña viene padeciendo una enfermedad llamada Equinovarios, una enfermedad que consiste en la aparición de anillos en las extremidades que con el tiempo hacen presión en las coyunturas al punto de irlas desprendiendo una a una de su organismo.
Por el momento, ya ha perdido cuatro dedos de su mano derecha, una en su mano izquierda y la mitad de la pierna izquierda, lo cual significará la utilización muy pronto de una prótesis por parte de la pequeña.
“Ella estaba en un tratamiento de seis meses en Medellín donde iniciaron un proceso pero el médico cirujano que la atendió dijo que sólo la podía atender cuando cumpliera los seis meses de nacida, tiempo que ya cumplió hace poco.
“Ha sido un proceso demasiado lento, desde que nació y le detectaron la enfermedad, debieron colocarle seis yesos para evitar que se le cayeran los miembros pero sólo le han colocado tres y cada una debía ser cambiada con una frecuencia de una semana a quince días, lo que solo hicieron dos meses o tres, demasiado lento.
“De la EPS sólo obtuve el pasaje y la cita en el hospital y cada vez que iba era una sola espera para que me atendieran hasta que me dijeron que ya no podían hacer nada para solucionar el problema de mi hija”, relata desconsolada Cindy Valencia, madre de la menor.
La niña está en una situación en la que los anillos los tiene muy cerrados y amenaza con irle desprendiendo cada dedo de la mano, aunque ya le han informado a la madre de Isabela que ella podrá escribir y ejercer otras funciones con la mano izquierda pero con el agravante de que se le puede caer la punta del dedo, según relata.
“Me ha salido muy costoso el tratamiento de la niña ya que me ha tocado viajar de mi cuenta, he vivido en pensiones y, adicionalmente, las carreras de taxi para transportarme han sido igualmente caras.
“La EPS ha sido muy negligente, nunca le pusieron una vacuna y me han dicho que cualquier atención que necesite me la van a poner como prioritaria y resulta que mi mamá ha llamado y siempre le contestan que nada pueden hacer por mí.
“He pedido ayuda a mucha gente, pero los que me han ayudado ha sido mi familia. Ella sólo estuvo un mes en la isla y en ese mes pasaron muchas cosas, en la isla me dijeron que no la podían atender porque estaba muy joven y por eso la llevamos a Medellín.
“A veces le da comezón en los dedos, pienso que en ocasiones se los va a quitar o algo así y me toca coger como con cortaúñas para que no se los vaya a remover, se enreda con las cobijas, las balacas y le dolían muchos los yesos, no dormía ella y tampoco yo porque lloraba mucho”, dice Cindy, de apenas 22 años de edad.
Sin la ayuda de su progenitor y el esfuerzo de su madre, ahora Isabela clama por ayuda, por lo pronto ya hace parte de los programas especiales de asistencia brindadas por el Comité Departamental de Discapacidad, comité del que su madre ya hace parte y donde esperan que las políticas nacionales dirigidos a este sector de la población la ayuden a vivir en medio de esta limitación.
Una historia de vida que es un llamado a la sensatez por parte de los médicos a la hora de atender a madres gestantes y a las autoridades médicas y empresas prestadoras del servicio que, a diferencia de la época de los troyanos, las personas pueden nacer sanas con prevención y las personas con discapacidad pueden aportar su grano de arena por el crecimiento de una sociedad.