Es la madre de esa gloria nacional del béisbol isleño, Lisandro De Ávila. A sus 81 años doña Sara Prada Viuda de De Ávila cuenta con gran orgullo y entusiasmo todas las peripecias que han vivido los habitantes de ‘Cartagena Alegre’ un sector popular que pese a sus dificultades sigue siempre hacía adelante.
‘Cartagena Alegre’ no está exento del problema de las basuras como ocurre en el resto de la barriada popular de la isla de San Andrés, por eso solicita la colaboración de las autoridades para limpiar este promontorio que hace parte de su paisaje. En sus humildes viviendas el barrio ‘Cartagena Alegre’ guarda un poco de calor de esa Cartagena original, en sus comidas mezcla de las costumbres locales isleña y el recuerdo del sabor del ‘Corralito de piedra’. Se tienen todas las necesidades, pero, aún así, sus gentes son felices.
Por. Alberto Guerra García.-
Doña Sara Prada Viuda de De Ávila ha sabido cumplir 81 años rodeada del calor de sus cinco hijos, y muchísimos nietos y bisnietos, todos nacidos en el barrio popular ‘Cartagena Alegre’ en la isla de San Andrés. Todos los habitantes de su barrio la quieren y la respetan. Ella es la gran matrona, la de mostrar, la que los representa y guarda la memoria colectiva. Ella, recuerda con orgullo las grandes gestas deportivas que libró su hijo el isleño Lisandro de Ávila en el béisbol de las islas y en Colombia que pusieron a vibrar a más de uno con sus jugadas y resultados, lógicamente, mucho más en el seno materno. Cuando el barrio ‘Cartagena Alegre’ se fundó hace más de cuarenta años se adquirió una sola escritura que englobó todas las posesiones de los que hoy son todas sus familias ocupantes, ninguno tiene propiedad individual y solo se guarda la escritura general de la que todos son dueños. Son 25 familias que conviven en paz, con sus costumbres y tradiciones traídas de Cartagena de Indias a las que se suman parte de las costumbres del pueblo isleño, especialmente en la gastronomía, puesto que comparten una parte de la herencia racial y se observa fácilmente en la elaboración del arroz con coco, el plátano en todas sus variedades, sin ser ajenos a la ingesta de los alimentos locales. También se puede observar que por encima de toda esa gran paz y tranquilidad heredada del gran Caribe colombiano, apenas interrumpidas por algún festejo o celebración en la que más de uno pasado de tragos se cree el más valiente de la localidad, y fácilmente es derrotado por el cansancio y la ingesta, estas son apenas incursiones pasajeras. Entre tanto que sus habitantes no tienen inconvenientes en sentarse, a cualquier hora del día, en una gran mesa entre hombres, mujeres y niños a departir de una partida de dominó ó de cartas. Y, así, entre el tedio, frustraciones, y alegrías, continúa la faceta de todos los días en la que la rutina transita en medio de la actividad laboral de las fuentes de trabajo, incluida la informalidad, en la que a decir de sus moradores ‘Tan solo se requiere estar vivos para seguir siendo productivos’.