Por Eduardo Verano De La Rosa
El gobierno nacional da pasos por el camino correcto para superar el conflicto armado, sin embargo, no todo es perfecto. A la negociación política y al reconocimiento político dentro de las negociaciones de La Habana, les falta deliberación pública.
Un conflicto armado no internacional como el nuestro es un proceso que afecta toda la sociedad civil, entendiéndola como sociedad política. Es un asunto de Estado y el Estado en una democracia política, somos todos. Y es ese mismo Estado el que no puede confundirse con los conceptos de gobierno o presidente de la república.
El tratamiento político a la superación del conflicto armado implica el reconocimiento político a un grupo armado ilegal como parte combatiente, hecho que genera repercusiones políticas. En otras palabras, las Farc están haciendo política desde ya y esto no es malo, hace parte del presupuesto de la resolución de la guerra.
Lo que no es correcto es que los partidos y movimientos políticos no sean invitados a la deliberación pública. La democracia moderna es democracia de partidos. Bien dijo Kelsen que los partidos políticos son la esencia de esta democracia: La deliberación es de partidos políticos.
No puede ser posible que a estas alturas no se conozca, con precisión, cuáles son los acuerdos pactados entre el gobierno y las Farc. La soberanía de la Nación reside en toda la ciudadanía y, por lo tanto, tiene todo el derecho a estar informada.
La política es deliberación pública. Un tema como el de la superación del conflicto armado no internacional tiene que ser conocido por todos los ciudadanos, los partidos y movimientos políticos. Democracia en las negociaciones es un imperativo político.
La deliberación política necesita de transparencia y no puede estar limitada a las partes combatientes. Los negociadores tienen que informarle a la ciudadanía lo convenido para facilitar, así, el análisis de las decisiones adoptadas. La incertidumbre, mata.
Este es un aspecto débil de la negociación. Las informaciones que nos llegan de La Habana son fragmentarias e inconexas, lo que debilita la posibilidad de un gran acuerdo político nacional. De hecho, la desinformación hace que los amigos de la guerra tengan la posibilidad de reforzar sus argumentos.
Un proceso hacia la superación del degradado conflicto armado colombiano necesita de la deliberación política sin más preámbulos. Esta es la oportunidad de aprender de las causas que engendraron este drama humanitario que no debe ser repetido, jamás.
La transparencia en las negociaciones será la gran escuela de democracia y paz que necesita la sociedad colombiana. Lo público tiene que ser deliberado públicamente. La democracia no avala el secreto, menos en un asunto que nos compete a todos los ciudadanos.
El gobierno del presidente Juan Manuel Santos tiene la responsabilidad de garantizar que la democracia se fortalezca con la deliberación pública y para que esto ocurra, tiene que promover transparencia en las acciones y consolidar los canales participativos de la sociedad y la ciudadanía.
La superación de un conflicto armado no internacional tiene que ser bienvenida. No hay nada peor que la prevalencia de la guerra en una sociedad civil. El conflicto armado no internacional mina la estructura de la democracia y del Estado de Derecho en nuestra sociedad política. Basta ya de la guerra.