El siguiente es el crítico análisis que hace James M Acton Codirector del Programa de Política Nuclear de Carnegie Endowment for International Peace, respecto del bombardeo que Rusia hizo a la más grande planta nuclear de Europa, ubicada en Ucrania, como parte de los ataques despiadados que el Kremlin ha ordenado contra su vecina, en procura de tomarse Kiev.
«Supongo que los tres reactores operativos ahora han sido desconectados (apagados). En este caso, los seis reactores dependerán de la energía externa para su enfriamiento. Un incendio podría dañar la conexión a la red eléctrica nacional (si aún estaba intacta después del bombardeo). También podría amenazar los suministros de energía de respaldo (incluidos los generadores diésel de emergencia y los suministros diésel). Estoy seguro de que este incendio será una prioridad para los servicios de bomberos.
Pero solo puedo imaginar con qué más tienen que lidiar en este momento y los equipos de bomberos corren un riesgo evidente al viajar a la planta. Sin enfriamiento, habrá una fusión, precisamente lo que sucedió en Fukushima en 2011. La fusión allí estuvo acompañada de explosiones en tres unidades (IIRC) causadas por hidrógeno (producido por el agua que se dividió cuando se quemó el revestimiento de combustible). Especularé que la planta probablemente no fue un objetivo deliberado y que fue esencialmente un daño colateral. La campaña rusa ha sido brutal y descuidada. Pero, ahora mismo, no importa mucho, francamente.
Rusia debe detener todas las operaciones en las cercanías de la planta (digamos dentro de los 50 km) de inmediato y permitir que los operadores y los servicios de emergencia ucranianos se ocupen de la situación. No hay peros».