En La Loma y en su lugar de residencia. Ante la falta de argumentos para enseñarle y motivar al muchacho en el esfuerzo y la excelencia, la tía recurrió a la alternativa de la violencia.
Eduardo Ernesto Fiquaire Prieto, de 18 años de edad, residente en el barrio La Loma, había pasado la tarde y parte de la noche jugando con las tantas versiones que tiene el mercado del entretenimiento y los juegos electrónicos, la típica birria, que llaman los muchachos. Su padre le había dicho en varias oportunidades que apagara el televisor, pero Eduardo no hacía caso, antes retaba a su padre. Su tía mayor Equiela Fiquaire Stelle, de 55 años de edad, observaba consternada e impotente ante tanta indiferencia y desinterés, sentía que se le revolvían las vísceras, porque no tenía el poder para corregir al joven, hacerlo pensar positivamente, y que este hiciera caso, sino que por el contrario, cada vez se hacía la situación más difícil.
Pues bien, la tía Equiela Fiquaire Steele, escogió el camino equivocado, el de la violencia, esperó que el joven Eduardo Ernesto Fiquaire Prieto saliera al patio, y a partir de ahí lo ha sabido levantar a puro machete, causándole varias heridas abiertas en su humanidad.
El muchacho, fue atendido la noche del lunes 21 de octubre de 2013 en el Hospital departamental Amor de patria, donde fue atendido en urgencias, y en adelante tendrá que volver a curaciones diarias.
A propósito de este tema, vale la reflexión. Son jóvenes desorientados que ‘no tienen sentimiento de culpa’ y no les preocupa estudiar ni trabajar. Tampoco se trata de una generación perdida, su única motivación es el ocio y el consumo. Un auténtico joven desorientado es aquel que no está ocupado, no está buscando trabajo, ni muestra deseo de buscarlo, no muestra incapacidad ó enfermedad que le impida buscar empleo y no está cursando estudios ni recibiendo formación, ni tiene pensado acceder a ella de inmediato. Lo único que preocupa a estos jóvenes es no tener dinero para divertirse y reconocen que no van a cambiar mientras tengan el apoyo de sus familias. También es cierto que las familias han abandonado el discurso del esfuerzo en la educación de los hijos y ha animado a los padres a trasladar el mensaje de que “no todo vale”.