Las autoridades desplegaron un fuerte dispositivo que no ha dado resultados positivos. Por: Antonio Colmenares Martínez
John Alexander Rincón Barbosa, de 33 años, 1, 62 de estatura, cabello largo que lleva en trenza, vistosos tatuajes en los brazos, empleado de una empresa petrolera con sede en Bogotá, no quería venir a San Andrés. Aun así, lo hizo por dar gusto a su progenitora, María Nohemí Barbosa González, que les pidió a sus hijos, John y Clara Belén Sánchez Barbosa, que la acompañaran a la isla para pasar su cumpleaños.
Llegaron a San Andrés en la madrugada del viernes 6 de junio al hotel Blue Cove en donde descansaron hasta las seis de la mañana y luego se fueron a disfrutar del tour comenzando con la visita a las manta rayas y pasaron un día realmente muy divertido. Ya por la noche llegaron al hotel a cenar y pasaron al bar a tomar un coctel. La gente estaba muy animada, bailaban, reían, hacían chistes, pero la señora María Nohemí y su hija Clara Belén se sintieron cansadas y decidieron ir a dormir pasadas las diez de la noche.
Sin embargo para John apenas empezaba lo mejor de la noche y por eso dejó en la habitación a sus familiares y regresó al bar porque quería seguir disfrutando del licor y del baile, no sin antes dejar en manos de la mamá su billetera con dinero y documentos.
Según testigos y de acuerdo con las cámaras de seguridad del hotel, el joven estuvo ahí hasta las dos de la madrugada, bailó con algunas de las turistas que se alojaban en el mismo hotel y todo transcurrió normalmente. Tan pronto cerraron el bar, John salió del hotel y se sentó en una banca. La mamá del joven dijo que “dos agentes de Policía hablaron con él y no sé porque lo dejaron salir si lo vieron que estaba con síntomas de haber tomado demasiado licor. Me dicen que él fue a la administración y allí tomó más licor hasta que ya caminaba trastabillando”, relató.
A María Nohemí le dijeron que el joven al salir del hotel tomó la vía hacia la derecha, por el sector por donde están arreglando la circunvalar y desde ese momento no se volvió a saber de su paradero.
Según María Nohemí, su hijo es un hombre sano, de buenas costumbres, trabajador y no se le conocen malas costumbres. Y llora. María Nohemí llora con el gran dolor natural de cualquier madre y guarda la esperanza de encontrarlo. “Aquí en el pecho siento como si él me estuviera llamando, como si necesitara algo, el corazón de las madres no se equivoca”, dijo entre sollozos.
Hasta el cierre de esta edición ni el CTI ni la Policía tenían pistas sobre lo que pudo ocurrir con este turista que no quería venir a San Andrés y que lo hizo para cumplir un sueño de su progenitora y ahora nadie sabe de su paradero es como si la tierra o el mar se lo hubieran tragado.