Por: Daniel Newball H.
Hace algunos años, personas estudiosas sobre temas concernientes al desarrollo urbano me invitaron a hacer un análisis sobre la gran cantidad de postes existentes en las calles y avenidas de la isla de San Andrés. Muchos de ellos, aunque funcionales, estaban ubicados también de manera poco estratégica, incluso al borde de algunos andenes de vías neurálgicos y de gran importancia para el flujo vehicular.
A pesar de los duros cuestionamientos que se hicieron hace unos diez a quince años sobre el tema, esta es la hora donde aún no se han hecho correctivos a este problema que puede resultar contraproducente para el crecimiento y desarrollo urbano de nuestra ciudad que crece cada día en necesidades y recursos para brindar a la población. Para ello se había planteado, hace unos 16 años, el tema del proyecto Planiep, la cual, entre otros aspectos, pretendía ofrecer para la isla de San Andrés una modernización radical en la instalación de redes eléctricas, mayormente para colocar las conexiones de forma subterránea.
El colocar las líneas bajo tierra significaba mejorar el aspecto de la isla que registra en gran parte de las vías de la isla cables y conexiones al aire libre, ofreciendo un ambiente bastante inseguro para los transeúntes y personas del común quienes caminan con el temor latente de una descarga eléctrica. Una descarga que los puede tomar desprevenidos cuando están realizando algún trámite, comprando sus víveres o llevando a sus hijos al colegio, una tragedia que puede suceder de la manera más desprevenida para los habitantes de la isla pero que se puede prevenir a tiempo.
Un aspecto que no contempló el Planiep era el nivel freático del territorio insular, gran parte de la isla tiene grandes cantidades de agua subterránea, es decir, al cavar a ciertas profundidades tendríamos que encontrarnos con enormes porciones de agua que podrían servir de elemento conductor de energía y, por consiguiente, de una descarga eléctrica. Los encargados de ejecutar dichas obras tuvieron el cuidado suficiente para forrar los cables eléctricos en lona o caucho, un aislante efectivo cuando se trata de la humedad y niveles de salinidad que se registran en San Andrés y que ayudan a conservar por más tiempo los cables y la vida útil de las conexiones. Sin embargo, los niveles de cobertura del proyecto apenas alcanzaron a llegar a ciertas zonas del casco urbano, más específicamente en el sector comercial de North End, dejando muchos otros sectores sin este sistema.
El regalo más notorio de las conexiones subterráneas del proyecto Planiep se notaron en los postes metálicos que sirvieron de luminarias públicas por algunos años, luminarias que debieron ser reemplazadas o removidas por el deterioro que registraron con el paso del tiempo. El sueño de tener conexiones subterráneas quedó frustrado y archivado como una mera aspiración al cual no pudimos tener acceso, un sueño que significó la dilapidación de recursos por valor de más de 20 mil millones de pesos que nos correspondían y la cual, a pesar de existir subestaciones efectivas en sitios importantes para la interconexión del servicio energético de la isla, aun vemos que en nuestras calles y avenidas abundan, al igual que las palmeras, cientos y cientos de postes con múltiples conexiones donde de forma indiscriminada se conjugan cables de telefonía, energía eléctrica, cables de fibra óptica, televisión por cable e Internet.
Son un verdadero peligro para la población que, sin percatarse, no tienen la menor idea de lo que puede suceder en caso de una tragedia natural como un huracán, un vendaval o, en el peor de los casos, un tsunami, peligros que bien se podrían conjurar con un sistema más efectivo de conexiones inalámbricas o subterráneas. Es posible que se requiera hacer evacuaciones o rescates en helicópteros y, por la cantidad de redes que tenemos en el aire, simplemente no sería posible debido al obstáculo que representan la cantidad de cables que hay colgando de nuestros postes.
A muchos ingenieros eléctricos o electrónicos no les gustará el comentario de mi columna, pero la experiencia registrada en otras ciudades del mundo, donde están abolidas cualquier tipo de conexiones eléctricas aéreas por los motivos antes expuestos, dan fe de lo que se expresa en esta columna no es descabellado. Si bien para algunos la colocación de un poste representa un verdadero negocio, es necesario que se haga un alto en el camino y una reflexión sobre el tipo de isla que queremos e ir pensando en ir reemplazando algunos aditamentos que, con el tiempo, pueden resultar engorrosos para una calidad de vida para nuestros habitantes.