Este 13 de julio nos levantamos con la trágica noticia de la muerte del profesor Adel Christopher Livingston, que en principio quedó en el segundo plano mientras se leía el fallo de La Haya sobre el mar de San Andrés en una pretendida plataforma extendida que fallidamente reclamaba Nicaragua.
Mientras escribo estas notas recibo información de la Fiscalía que aguarda por el resultado del informe forense sobre las causas de su repentina muerte, en tanto corren los rumores de las causas que comienzan con un aparante suicidio que rebasaria cualquier lógica entendible.
Para un ser carismático, alegre y poético como el profesor Adel, no nos resulta razonable esa opción.
En la historia el único hecho parecido del que se tiene noticia fue la muerte de la poetisa suiza argentina Alfonsina Storni en 1938, quien era diarista, poeta, periodista, escritora y profesora, quien escribió el poema Me voy a dormir el 20 de octubre y el día 22 lo envió a la redacción de La Nación. Mientras el público leía su poema, ella se suicidó en la playa La Perla en Mar del Plata en la madrugada del 25 de octubre, cuando tenía 46 años.
Su muerte fue convertida en leyenda por la cantante argentina Mercedes Sosa en su célebre canción «Alfonsina y el Mar»
«Por la blanda arena que lame el mar
Su pequeña huella no vuelve más
Un sendero solo de pena y silencio llegó
Hasta el agua profunda
Un sendero solo de penas mudas llegó
Hasta la espuma
Sabe Dios qué angustia te acompañó
Qué dolores viejos calló tu voz
Para recostarte arrullada en el canto de las
caracolas marinas
que canta en el fondo oscuro del mar
Te vas Alfonsina con tu soledad
Dormida, Alfonsina, vestida de mar…»
Adel fue como Alfonsina, poeta, escritor, profesor y era muy protagonista de opinión y en la prensa.
Adel no habría nunca usado una cisterna para quitarse la vida, cuando irse a su extenso y bello mar de los siete colores, que él tanto defendió, habría sido más poético.
Por lo pronto esperamos que sean las autoridades las que entreguen el informe final forense que establezca que pudo haber ocurrido para que una persona tan querida como el profesor Adel, haya terminado de esta forma con una prematura muerte, privandonos de su alegría, sus conocimientos y sus letras.