No es novedoso que al comienzo del año se decreten los aumentos y en transporte no se hacen esperar, pero cambia la cifra para el usuario los buses siguen siendo los mismos, con el deterioro del paso del tiempo y con horarios de servicio muy improvisado. Hay buses en muy mal estado, que merecen un mantenimiento a fondo, pero año tras año permanecen igual, solo el valor del pasaje es el que cambia.
De igual manera los residentes de San Luis, Barrack, Loma Cove, deben esperar hasta una hora o más para que pase un ejemplar y los domingos es mejor pensar en otras alternativas, porque no trabajan todos y las frecuencias son muy distanciadas la una de la otra. No se puede calcular si hay que esperar veinte minutos o una hora, solo tener paciencia, pero la tarifa subirá y la calidad del servicio seguirá siendo deficiente y sobre ese tema parece que no existe ningún control, como debiera ser.
La gente necesita equidad entre lo que pagan y lo que le dan por eso se espera que antes de que se haga efectivo el aumento que ya está ‘decretado’ por los dueños de buses, sin tener en cuenta lo que piense la gobernación y que será de cien pesos en los buses, es decir que el pasaje quedará a partir del primero de febrero en mil 700 pesos, que se le haga al menos un mínimo mantenimiento y que los horarios se regularicen, siquiera en frecuencias de veinte minutos.
Durante los últimos años en las principales ciudades colombianas el servicio de transporte público colectivo, utilizado por cerca del 70% de la población, se ha deteriorado alcanzando niveles significativamente diferentes a los estándares registrados en experiencias exitosas de diferentes ciudades latinoamericanas. Es así, como los vehículos de transporte público en Colombia presentan edades promedio elevadas, las cuales oscilan entre los 12 y 18 años, frente a 5 años de estándares internacionales. De igual forma, en los principales corredores de transporte de la mayoría de las grandes ciudades del país la velocidad promedio en las horas pico es menor a 10 km/h, muy inferior a las alcanzadas en Transmilenio-Bogotá (26 km/h en su flota troncal), y a otras ciudades latinoamericanas que han demostrado eficiencia.