Dicen que las comparaciones son odiosas y que en el caso de San Andrés no cabria comparación alguna con el reciente proceso que se acaba de dar en Escocia, donde el pueblo fue convocado a un referendo independentista que mayoritariamente fue rechazado por la ciudadanía que prefirió seguir asociado a Gran Bretaña pese a las tensiones y el resentimiento con Londres, de la misma forma como le sucede al archipiélago con Bogotá máxime después de la pérdida de 75 mil kilómetros de mar territorial en la Corte Internacional de Justicia que fueron cedidos por La Haya a Nicaragua.
Unos 4,3 millones de personas, la mayoría habitantes de Escocia, fueron llamadas a participar en este inédito referéndum que tuvo lugar el 18 de septiembre. El 55,3 por ciento de los votantes respondieron ‘No’ a la pregunta: “¿Escocia debería ser un país independiente?”. En Edimburgo, la capital, el ‘No’ obtuvo un avasallador 61 por ciento. Los nacionalistas alcanzaron, sin embargo, un triunfo importante en Glasgow, la ciudad más grande de la región, con el 53,5 por ciento por el ‘Sí’, en Dundee con el 57,3 por ciento y en West Dunbartonshire con el 54 por ciento.
Pues de la misma forma como Escocia acaba de realizar su referéndum independentista, el AMEN SD (Archipielago Movement for Etnic Native Self Determination, que traduce: Movimiento Archipiélago por la Autonomía Étnica Nativa) aspira a que en las islas se realice en el año 2015 un proceso de consulta similar entre la población étnica. AMEN SD, es una organización que nació en 1999 y en 2007 declaró la “independencia” de San Andrés, en medio de una marcha por las calles de la isla con el aplauso de unas siete mil personas. Ese día quemaron la bandera de Colombia e izaron la de la nación raizal. También cantaron un himno for Saint Andrew, Old Providence and Saint Kathleen llamado ‘Challenge for freedom’. AMEN SD asegura contar con 7.800 miembros inscritos y cerca de 15 mil colaboradores. Entre sus líderes está buena parte de la intelectualidad de la isla: abogados, docentes, pastores religiosos de todas las orillas. Ellos anuncian tener organizado un referendo para preguntar a los raizales si aprueban o no la autonomía. Y advierten que si logran un sí mayoritario radicarán una resolución de independencia ante la Organización de Naciones Unidas (ONU). La consulta se haría en 2015.
Pero que una nación como Escocia (un tercio del territorio de Gran Bretaña), con una leyenda centenaria de luchas independentistas desde la época de William Wallace (llevada al cine por Mel Gibson) y con una gran industria licorera (whisky) y petrolera (96 % de las reservas de Inglaterra) que le dan suficientes capacidades económicas ( 9.2 % PIB del Reino Unido) y políticas para ser un Estado independiente, haya decidido no separarse de Gran Bretaña, se constituye en una desalentadora noticia para los “isleños” independentistas, o por lo menos genera dudas para la base electoral que tendría que votar dicho referéndum y que se cuestionará si no se trata de un salto al vacío de una pequeña isla que depende en casi todo de lo que hay, lo que viene o lo que le ofrecen y suministran desde tierra firme; para el caso desde Colombia.
De hecho, las intensiones independentistas de las islas están documentadas en otros procesos como el caso de Timor Oriental y otros que se han dado en el mundo, y Escocia y probablemente Cataluña en España, son experiencias a tomar en cuenta por cualquier mente independentista.
Independencia no, pero más poder autonómico
A primera vista, la victoria del ‘No’ podría verse como una gran derrota del movimiento independentista escocés, representado mayoritariamente en el Partido Nacional Escocés y en su líder, Alex Salmond, también primer ministro de la región. En realidad, se trata de una victoria amarga para el gobierno nacional y para el primer ministro conservador David Cameron, cuya fuerza como autoridad central fue cuestionada fuertemente en la consulta. “Con el ‘No’, Cameron enfrenta varios desafíos: él se comprometió a hacer transferencias de poder de Westminster a Edimburgo. Si no lo hace, la respuesta será una enorme furia pública en Escocia”, dijo a SEMANA el especialista Christopher Whatley, de la Universidad de Dundee, en Escocia.
Si el ‘Sí’ se hubiera impuesto el Reino Unido hubiera perdido el 32 por ciento de su territorio, el 8 por ciento de su población, el 9,2 por ciento de su Producto Interno Bruto y el 96 por ciento de su petróleo. Ante ese escenario catastrófico y con un ‘Sí’ avanzando en las encuestas, una semana antes del referendo Cameron le rogó a la región que permaneciera en el Reino Unido. “Por favor, no dividan esta familia”, imploró.
No obstante, esa “familia” nunca ha estado completamente unida. Las heridas que deja el referendo constituyen solamente el último episodio de largos y dolorosos desencuentros. Desde su fundación, Escocia sufrió varias invasiones de los monarcas ingleses que reclamaban las tierras del norte. Solo en 1707 Escocia se unió a Inglaterra para formar el Reino Unido de Gran Bretaña. Desde ese momento, los movimientos independentistas no han dejado de existir y sus aspiraciones han sido alimentadas constantemente. Por ejemplo, el descubrimiento de petróleo en el mar del Norte en los setenta llevó al Partido Nacional Escocés a realizar con gran amplitud y visibilidad la campaña ‘Es el petróleo escocés’. En esa misma década, se llevó a cabo un referendo sin éxito para constituir una asamblea regional.
El logro más importante de los independentistas hasta este momento ha sido el ‘Sí’ en el referendo de 1997 que permitió la creación del Parlamento Escocés. Como consecuencia, la nación obtuvo autonomía en la política doméstica, con la condición de respetar las reglas nacionales. Así, el país controla de manera parcial su salud, educación, agricultura y justicia.
En las elecciones regionales de 2011, el Partido Nacional Escocés obtuvo 53 por ciento de los escaños en el Parlamento. Ante la presión de Alex Salmond para organizar una consulta sobre la independencia, el gobierno nacional decidió, a través de la firma del Acuerdo de Edimburgo, en 2012, conceder la posibilidad a Escocia de emprender un referendo.
Muchos ven ese deseo de independencia de una parte de los escoceses como una caricaturesca pasión nacionalista de hombres de falda y gaitas, que ignoran los beneficios de permanecer en el Reino Unido, la sexta potencia del mundo. Sin embargo, los partidarios del ‘Sí’ promovieron debates de altura sobre el futuro económico y administrativo del Reino Unido. “La campaña por el ‘Sí’ ha sido impresionante y ha implicado a un gran número de personas que usualmente no participan en el proceso político. Será difícil suprimir la energía que se ha desatado. Este referendo ha despertado la siguiente generación de líderes políticos”, dijo a esta revista Karly Kehoe, historiadora de la Universidad Caledoniana de Glasgow.
Es incuestionable que los comicios pusieron sobre la mesa varios siglos de relaciones difíciles en la isla de Gran Bretaña. A pesar de que un referendo en los próximos 15 años es difícil de imaginar, no hay motivo para pensar que este tipo de reivindicaciones desaparecerán. “Dudo mucho de que el deseo de independencia disminuya. A menos, por supuesto, que Westminster haga grandes concesiones de poder a los escoceses”, señala Whatley. “Si esos
300 años de resentimiento contra Inglaterra y su dominación no son sanados, el tema va a continuar y continuar”, añade. Además, después de esa dura prueba democrática, también habrá que curar las heridas provocadas en el seno mismo de la sociedad escocesa por las rencillas entre vecinos que hicieron campaña por bandos. Por ahora, el Reino sigue Unido, pero el referendo marcó un antes y un después de la historia del país y dejó claro que una buena parte del pueblo escocés no descansará hasta ver que los 96 kilómetros de la línea divisoria que los separa de Inglaterra constituyan la frontera administrativa de un nuevo Estado.