
Durante toda la historia del conflicto armado en Colombia, en las últimas décadas San Andrés ha aportado una cantidad importante de víctimas, y nosotros tenemos documentados más de 380 casos, pero otros estudios nos hablan de más de 700 personas víctimas de ese fenómeno, a través de desaparecidos en el mar o ajusticiados en el territorio.
Así lo explicó en entrevista con Radio Archipiélago María Matilde Rodríguez Jaimes quien espera representar al Pueblo Raizal y del Archipiélago en la Comisión Nacional de la Verdad; una entidad que nace temporalmente como parte de los Acuerdos de La Habana, junto a la JEP y la Unidad de Búsquedas de Desaparecidos por el termino de tres años.
Las estadísticas que nosotros habíamos contabilizado desde el año 1993 indican que eran 380 desaparecidos y esa cifra fue revalidad por el Observatorio del Caribe y después cuando se ha mirado atrás hay mas de 700 personas desaparecidas, y son cifras escalofriantes lo mismo que las masacres de Colombia, de 15, de 23, de 35, de 100, las del Aro, Pueblo Bello y otras parecidas, son escalofriantes, pero como no hay fosas comunes ni cuerpos, no se contabilizan, ni se identifican dentro del horror nacional.
«Aquí ademas hay otro estigma y es que como todo mundo estaba en la vuelta se menosprecia la víctima y se menosprecia el horror de las personas que estaban alrededor del hecho, entonces a toda hora se les señalan, es que esos estaban en la vuelta y por eso se desparecieron y no se analiza el impacto ni el eco de esas palabras que tiene sobre la sociedad en la que viven, y por ello la familia guarda silencio, pero también tiene derecho a su silencio, aunque es necesario que se haga visible y se concrete eso en las políticas nacionales, para que también se puedan reparar estas victimas, y que los recursos que se han destinado en los territorios a través de Plan Colombia, desminado, sustitución de cultivos, etc reciban reparación desde esos fondos por que son muchas las personas victimas en las islas, y debe haber una resurrección desde el dolor para que pueda salir esa verdad que ha sido minimizada, despreciada y estigmatizada, porque el país continental ha tenido un espacio para la verdad menos nosotros.
Rodríguez dice que a la Comisión Nacional de la Verdad le queda año y medio y su responsabilidad es recoger todas las narrativas de la violencia que ha vivido Colombia, del conflicto en todo el país. Reconoce que este es un tema que tiene muchos riesgos por que este es un país donde hay muchos lideres sociales asesinados.
Ya la convocatoria se cierra este viernes pero del 21 al 25 de septiembre se harán las observaciones ciudadanas y el apoyo estaría ahí en escribir las observaciones de la comunidad, y que nosotros manifestemos como es para los medios, la academia, los intelectuales, para las personas del común, para las amas de casa, las victimas, etc de como es el Departamento Archipiélago.

Asegura que todas estas historias ocurridas sobre el mar no han sido contadas por que la narrativa de la historia de Colombia se ha contado a caballo, ya que nuestros héroes aparecen a caballo, pero nunca se ha contado el rol del Comodoro Luis Aury, que era la retaguardia de Bolívar en el Mar Caribe.
Pero el territorio marítimo es un territorio aun por descubrir no solo para la historia oficial de Colombia sino por la historia alternativa de la guerra, y es innegable y se que es un riesgo para mi hablar del tráfico de armas, del tráfico de personas, del trafico de drogas por este territorio, donde los actores y financiadores de la guerra han puesto una gran cuota de dolor sobre las familias de las islas.
«Durante años he venido haciendo ese trabajo y si las islas hoy están incluidas en algunas temáticas, obedece al trabajo serio de conferencias, de la poesía y la palabra que son las armas con las que yo he dado las batallas legales para ese reconocimiento. El papel de los medios y las artes es fundamental por que yo me postulo por una narrativa distinta, que apele a la sensibilidad de las familias y a no ahondar unas tensiones que ya existen en las islas, si no a contarlas desde una narrativa del dolor, de la compasión y comprensión de las victimas por la ausencia de sus familiares en un territorio que tiene todavía el lastre emocional de no contar esas historias» Con foto de SEMANA