De como un artista de la orfebrería esculpió una de las obras más importantes de Colombia.
Antonio Colmenares Martínez, Especial para The Archipiélago Press
Prácticamente reside encima de la ‘Cueva de la Sirena’, por eso Roberto Ferro, vive inspirado, feliz, no solo por saber que es el autor de la escultura más grande que existe en la isla de San Andrés, después de la sacrificada barracuda del maestro Arkadio, que no se sabe que destino tiene y tendrá, sino porque es una obra que vale la pena conocer como uno de los atractivos turísticos más interesantes del país.
El maestro Ferro, habla con mucho conocimiento de causa de lo que es la cultura del mundo, Colombia y especialmente de San Andrés.
¿Cómo fue lo de la sirena?
Esta es parte de los mitos que llegaron de Europa pero también los tienen las culturas precolombinas. Esta es una sirena que la conservaron dentro de un mito o leyenda de la familia Forbes, aunque en la isla hay tres leyendas de sirenas.
La leyenda tiene que ver con un Oliphas, un joven pescador enamorado de una sirena que habitaba en una cueva muy cercana al sitio en donde pescaba y la familia del muchacho lo tomó por loco.
Unos amigos de Oliphas se metieron en un problema y el enamorado pidió a la sirena que le prestara su peineta mágica para ayudarles a solucionar el inconveniente. Ella accedió con la condición de que le devolviera la peineta en el menor tiempo posible.
Pero no contaba con que la familia de Oliphas le había pedido a un marino que lo llevara lejos para contrarrestar su locura y fue así como lo amarraron a las tres de la madrugada y lo llevaron a la nave para que emprendiera un largo viaje. La sirena sufrió mucho tiempo, había quienes decían que fue la causante de la presencia de un huracán que se llamó Oliphas y como ella llamaba tanto a alguien llamado igual llegó a San Andrés y arrasó. En la cueva misteriosa, el maestro Ferro esculpió la sirena de piel morena y entrada en carnes, muy por el estilo de las isleñas. Es una obra extraordinaria, digna de admiración por sus connotaciones de ser producto de la tradición oral que en buena parte contempla mitos y leyendas que dejan pensando que no es nada raro si llegaron a ser verdad.
¿Cuáles son sus antecedentes en el arte y en la artesanía?
Soy un amante del mar, viví mucho tiempo en las costas atlántica y pacífica, en la selva y en los montes. En Bogotá hice algunas cosas con el Instituto de Antropología y Artesanías de Colombia, especialmente en trabajos de rescates culturales, fui a los poblados, a las sedes de las etnias y vi sus técnica de producción, sus bases culturales y sacar una especie de resumen de lo que es el territorio colombiano, multiétnico, se hablan unas72 lenguas y observé las bases artesanales que para mí es una de las bases más importantes de una cultura.
Colombia es un país que no ha tenido una base cultural sólida, porque fuimos castrados en las culturas bases y entonces se trataba de ver como es el comportamiento del mestizaje. Cómo nos comportamos nosotros los mestizos respecto a nuestras creencias ancestrales.
Resulta que los colombianos no tienen una conciencia ancestral en el sentido europeo, para el colombiano es más digno ser europeo y tener apellidos como MacArthur en vez de llamarse Piasanke o Muaqué y eso viene desde la conquista y es parte de nuestra castración.
En eso recorrí parte del territorio colombiano, parte de la selvas del Amazonas, algunas comunidades indígenas, luego fuimos hacia el Chocó, una parte del litoral pacífico, en donde está el negro, el mestizo y el indígena. De ahí volví a Bogotá fui a los llanos, después llegamos a Mitú y regreso a Bogotá, de ahí partí hacia la costa atlántica, Barranquilla, Cartagena y Santa Marta y encuentro un grupo que terminamos llamándonos ‘La tribu del sol naciente’ con ubicación en Taganga, ahí armamos una de las primeras comunas Hippies, que participábamos de ese movimiento juvenil que fue la revolución de los sesenta en el mundo. Fue la creación de un modo de vida y descubrimos que Taganga es un pueblo indígena, el pueblo de los Tangas y con ellos aprendimos a decir ‘nuestros ancestros’ con la brujería, la magia, la artesanía, es el pescador que hace sus atarrayas, la belleza del mar y es una comunidad que enseña al individuo lo que es la vida, el amor hacia los demás.
Luego fui tres años a la Sierra Nevada, sin bajar, viví con los Kogi y también aprendí mucho, porque convivir con comunidades indígenas enseña a ver el mundo de otra manera, con ellos se aprende a vivir en la fantasía que es la otra realidad nuestra, porque se vive en dos realidades, una la material, que es el billete, cuánto le debo, las facturas, los hijos, el carro, entre otros y con ellos se aprende otro mundo, el espiritual, la magia que tiene el bosque.
Luego en Bogotá montamos un taller de orfebrería, trabajamos oro y plata, montamos la Casa Colombia donde llevamos el folklor de la costa y de las islas y ahí conocí a Bent Green y Carlton, entre otros.
¿Cómo llegó a San Andrés?
Me llamaron de Artesanías de Colombia y me preguntan que si me quería venir para San Andrés y ya estaba asfixiado de las ciudades, porque puedo decir que odio las ciudades y San Andrés es mi salvación. Fue por casualidad porque yo me iba para la costa. Duramos un mes haciendo las pruebas de lo que se iba a usar, las técnicas, bueno todo lo que se iba a hacer aquí, además de toda la información de lo que ocurría en la isla, como estaba formada, como es la etnia, el idioma, costumbres, religión, de todo.
Traje un taller para diez personas para trabajar joyería artesanal. Enseñé a preparar la plata, a fundirla, hacer alambres, preparar soldaduras y usando la concha del coco. Se hicieron anillos
, pulseras y se trabajó por espacio de unos tres años y me involucre con los isleños y a ver su problema. Después se acabó el taller, se lo llevaron para Cartagena y me quedé en San Andrés.