Por: Daniel Newball H.
Es lamentable el escenario en el cual nos encontramos inmersos en los actuales tiempos con barrios donde brilla por su ausencia el alcantarillado, el acueducto, una infraestructura adecuada de calles y seguridad pública.
Todo parece indicar que para los gestores sociales y dirigentes políticos el tener el concreto y los ladrillos para construir las casas, la energía eléctrica para que iluminen las mismas y el servicio telefónico, y de paso de Internet, para que estén conectados es lo único que necesitan las casas de la isla.
El tan mencionado saneamiento básico y la conectividad están completamente relegados con el pleno convencimiento de que estamos en una isla donde fácilmente nos podemos comparar a un tugurio enorme de alguna megalópolis del tercer mundo.
Lamentable como se escandalizan con las afirmaciones del diputado Jorge Méndez Hernández, quien no espabiló en afirmar que en la isla tenemos zonas de miseria iguales que en cualquier ciudad de Colombia y que esta problemática debería atenderse lo más pronto posible.
Sería apresurado afirmar que estamos ante el escenario de un Estado Fallido que no pudo, o quiso, atender una situación que, de a poco, se va agrandando hasta alcanzar niveles incontrolables, como un cáncer que llega a niveles metastáticos y del cual ya nos estamos acostumbrando a vivir.
Las afirmaciones del actual presidente de la Asamblea Departamental no son descabelladas, es la plena realidad que, inclusive desde esta casa editorial hemos venido registrando de manera constante sin que nadie haga algo al respecto.
Todo parece indicar que la mejor respuesta ante la incapacidad dirigencial para atender situaciones de pobreza extrema en la isla y de mitigar los efectos de la falta de un verdadero sistema de saneamiento básico para nuestros barrios es el de responsabilizar a los medios de estar creando incertidumbre y caos entre la opinión pública con información manipulada y sobredimensionada.
Responsabilidad que nos endosan como periodistas como si fuéramos directores de producciones cinematográficas con el mero interés de causar daño a sus intereses mezquinos donde solo las esferas de poder son los beneficiados de los grandes capitales que perciben de los leoninos contratos de los cuales extraen sin ningún pudor sus comisiones de éxito.
Parece que todo obedece a patrones rígidos de conducta a los cuales nos debemos empezar a acostumbrar, tal y como lo establece el sociólogo Vilfredo Pareto, quién definió como la circulación o la alternancia de las élites aquel comportamiento desarrollado por los estratos altos orientado a conservar, por lo menos para los fines del poder, las relaciones existentes de poder y, por otro lado, para establecer nuevas combinaciones de tales relaciones.
La no alternancia de las elites en el poder inicia su degeneración por la vía autoritaria de la corrupción, en lugar de mantener el férreo compromiso del deber político democrático para la conducción del Estado.
El manejo del Estado es asumido como un medio para enriquecerse, descuidando, cada vez más, las más elementales obligaciones del buen gobierno, conductas que se reproducen y alcanzan a todos los sectores de la elite en el poder.
Es obvio que la decrepitud del Estado contribuye definitivamente para la mantención de varios tipos de corrupción. Pero este mismo Estado ha sido mantenido durante largo tiempo por la elite como medio para impulsar sus planes de enriquecimiento ilícito.
El Estado es el punto de unión de lo público y de lo privado, utilizado por la elite, especialmente en los sectores en los que el gestor público no está sometido a unas reglas totalmente obligatorias, para sostener un sistema oculto.
¿Acaso somos los comunicadores los que prometemos el cielo y la tierra a una masa cautiva de electores en cada campaña proselitista a cambio de apoyar sus causas por recuperar la paz y la seguridad social, cuando en realidad sus intereses están dirigidos a superar o sostener sus condiciones sociales elitistas?
La labor que se ha emprendido desde esta tribuna es la de reflejar el sentir de la comunidad que no es otra que la del inconformismo ante las calles destapadas, los olores fétidos, la desidia al dejar animales muertos emanando altos niveles de amoníaco al ambiente y de ver como, a pesar de las grandes inversiones realizadas para mejorar nuestro sistema de acueducto y alcantarillado, aún hay viviendas, en pleno North End, que desembocan sus sistemas de evacuación de aguas servidas en plena calle.
Por lo pronto, es necesario que nuestros dirigentes le presten más atención al tema del saneamiento básico en nuestros barrios, tema en el cual estamos reprobando y que por las condiciones de las Islas es necesario iniciar una cruzada para que también los sectores populares puedan gozar de los elementos necesarios para una calidad de vida.