Antonio Colmenares Martínez
«Si no fuera por el duelo que dejó la pérdida del mar, esto sería una fiesta”, comentó con los ojos tristes, a ‘media asta’, un hombre raizal del Archipiélago de San Andrés y Providencia al ser inaugurados los Primeros Juegos de Mar y Playa, al caer la tarde del pasado viernes.
Si no fuera porque más de medio país está metido en los ‘juegos’ del bloqueo, el lanzamiento de piedra y gases lacrimógenos, este viaje a San Andrés de 800 deportistas representantes de 23 departamentos, sería realmente digno de mostrarse al mundo como un gran logro. Que buena inversión de tres mil millones de pesos en canchas y adecuación de escenarios deportivos en las islas al tratar de dar brillo a unos juegos que se merecen los isleños pero que tiene el ‘tufillo’ a cortina de humo por la pérdida del mar.
De esta inauguración llama la atención que el presidente Juan Manuel Santos diga que Colombia se convirtió en potencia deportiva en los últimos tres años, tiempo en el que ningún deportista se entrena como para alcanzar medallas de oro. No. Al presidente Santos le coincidió la ‘cosecha’ de la medallería en varias disciplinas pero fue tan casual como la pérdida de los 75 mil kilómetros de mar en el archipiélago, por descuido de varios gobiernos atrás. Aunque la ‘bomba’ del fatídico fallo de la Corte Internacional de Justicia le reventó en las manos a Santos, por casualidad y entonces no supo que hacer y recurrió a pagar una alta cifra a la firma de abogados Volterra Fietta, para que conceptuaran que se debe recurrir a la invocación de la zona de reserva de biosfera Seaflower. Ese concepto lo han emitido los isleños, todos los abogados, gratis, menos los de la cancillería, claro.
En Paipa, Boyacá; en Garzón, Huila, en San Miguel, Putumayo, frontera con el Ecuador, la gente al ver en los noticieros a Santos inaugurando los juegos de Mar y Playa en San Andrés, se pregunta si es que al presidente no le importa la suerte de miles de campesinos que reclaman con justicia sus reivindicaciones y los miles de transportadores, empresarios y empleados que acumulan pérdidas por los bloqueos y se puede dar el lujo de estar disfrutando de ‘Mar y Playa’ a espaldas del dolor del país entero.
Si no fuera porque está tan vivo el duelo por la pérdida de 75 mil kilómetros cuadrados de mar, apenas hace nueve meses, se podría decir que había fiesta en la isla, pero todo el boato y saludos y aplausos y palabras zalameras, para los raizales fueron solo otra de las estrategias para intentar borrar de la memoria que por la falta de un equipo idóneo de diplomáticos se esfumó el patrimonio de los pueblos creole que por siglos han poblado el archipiélago que estuvo a cargo de Colombia desde 1822.
Estuvo a cargo pero en realidad estas islas con todos sus cayos, islotes y el inmenso mar con todas sus riquezas nunca fueron propiamente de Colombia, la propiedad es de la etnia que ahora se ve despojada sin que nadie haga nada por recuperar. Solo llegan estos juegos, como llegaron en su momento los subsidios para los pescadores artesanales, como ‘paños de agua tibia’ y en tanto se perdía un gran patrimonio de los pueblos raizales, con todas sus consecuencias, como llegó el cierre de la empresa Antillana que exportaba 12 millones de dólares anualmente, por eso tal vez esta gente raizal no puede disfrutar del todo estos juegos de mar y playa, como si parece los disfruta el presidente, lejos del polvorín de Boyacá, Valle, Cauca, Huila, Putumayo, Antioquia sumidos en el desespero de un paro agrario y sin la esperanza de un pronto acuerdo porque ni siquiera el gobierno se ha prestado a ningún tipo de diálogo. Tomado de Facebook