Todo proceso de modernidad trae consigo el reemplazo e incluso la desaparición de elementos propios de una comunidad, sus costumbres y hasta sus patrimonios más representativos que llegan a convertirse en iconos culturales de una región.
Los elementos arquitectónicos son parte de esos monumentos representativos de una comunidad. Y eso parece ser lo que le ocurrió a la vieja sede de la Defensa Civil Colombiana en las islas que era una de esas construcciones emblemáticas desde la que el voluntariado de la Defensa Civil Colombiana realizó durante décadas su labor de socorro y prevención.
Se trataba de una sede estratégicamente bien ubicada, en un sitio de privilegio frente a la principal playa de San Andrés, provisto de una arquitectura similar a las de las viviendas nativas, con un balcón que se constituía en un mirador turístico envidiable.
La estructura además estaba rodeada de jardines con verdes praderas que le daban un toque más romántico al sitio, y en el que furtivas parejas muchas noches consumaron su amor.
Pero tras el proyecto de construcción del Centro de Convenciones y Hotel Isleño, la cadena Decamerón le echó el ojo cuando se comprometió a adecuar un parque ecológico en los extensos terrenos que forman parte del humedal detrás de la vieja sede de la Defensa Civil.
Desde la administración de Pedro Gallardo Forbes había interés de entregar la sede del cuerpo de socorro, y su entonces director estaba dispuesto a mudarse de ahí a cambio que el Gobierno le entregara la sede del Centro de Salud de La Loma a cambio de salir del lugar.
Pero parece ser que tanto la Gobernación del Departamento, como la Defensa Civil Colombiana cedieron a la tentación de Decamerón de retirar la edificación del lugar que en principio había quedado fuera del cierre perimetral de las obras del mencionado proyecto.
Sin mucho ruido, y sin que mucha gente se percatara, y menos protestara, de un momento a otro la edificación, cuyas estructuras arquitectónicas se apreciaban en perfecto y buen estado, desapareció del sitio en el que estuvo por más de 30 años, quien sabe para dar paso a qué tipo de intervención arquitectónica.
Un cambio que no parece el más ideal, por cuanto la Defensa Civil pasó de tener sede propia, en un sitio privilegiado, en el lugar indicado para ejercer sus principales actividades de socorro y con todo el espacio disponible para sus entrenamientos, para ir a meterse a una oficina con más limitación de espacio y en alquiler. Pero esas son las consecuencias de la modernidad.