Escribo esta columna con un dolor profundo. Digna, un poco aturdida por los hechos, pero firme, denuncio que hoy NO tengo garantías para ejercer como periodista en Colombia.
Existe un plan macabro para presionarme, intimidarme y callarme. Quienes están detrás de este sucio ataque contra la libertad de prensa han utilizado todos los mecanismos para silenciarme: desde una persecución judicial con procesos civiles y fallos absurdos, hasta la grabación ilegal de mis conversaciones editoriales con los periodistas de la redacción de SEMANA, los ataques infames en las redes y las llamadas de ciertos políticos a los dueños para pedir mi cabeza.
A mí me están persiguiendo porque me atreví, con el equipo periodístico, a publicar el expediente Uribe completo. Eso no me lo van a perdonar. No nos lo van a perdonar. No me victimizo. Solo me veo obligada a denunciarlo públicamente.
Se trata de una persecución ideológica de gran poder destructivo, en medio de la polarización que vive el país.
Tristemente hay involucrada gente que trabaja conmigo. Desde que llegué a SEMANA he soportado ataques soterrados y directos de algunos de mis colegas compañeros que no toleran mi presencia ni mis posiciones editoriales.
Quiero referirme a la grabación ilegal publicada por un portal de izquierda en la que el periodista Jairo Lozano y yo NO hablamos nada irregular. Quienes la escucharon lo saben.
Solo se trató de una conversación cotidiana entre un reportero y su directora. El periodista me advirtió que su noticia aún no podía publicarse y entendí que no tenía los elementos para sustentarla.
Mi instrucción fue estar atentos y hacer el seguimiento y las verificaciones del caso. Eso pasa todos los días en todas las redacciones.
Aquí no hay nada turbio como algunos quisieron mostrarlo tergiversando la verdad. El senador Gustavo Petro escribe una columna en el portal que publicó retorcidamente la grabación ilegal.
Petro dijo en su Twitter: ““pero… no se puede decir”, la frase que refleja toda la triste realidad de la prensa colombiana”. Petro sabe que no estábamos haciendo nada indebido. Pero utiliza intencionalmente una frase fuera de contexto para atacar a los periodistas.
Ese es uno de los rasgos que más me asustan de él. Petro quiere ser presidente con una prensa de bolsillo, hecha a su medida, que no lo contradiga, ni lo critique. Muy chavista. Solo le sirven los medios de baja calaña, militantes de sus causas.
Petro critica la prensa que llama “tradicional”, pero se ha valido de ella para hacer su carrera política.
Aún recuerdo cuántas veces le abrí los micrófonos en la campaña presidencial y aun después. Entonces, yo le parecía una periodista profesional.
Yo he respetado a Petro en la diferencia. Petro no respeta a nadie que piense distinto a él. Típico de un líder autoritario y tirano.
Con el senador santista Roy Barreras me decepcioné.
Su agresividad da lástima. Lo prefiero en modo poema, aunque no sea un buen poeta. Muy acucioso trinó: “¿Y por qué el periodista dice que no se puede decir? ¿Porque es otro intocable? ¿Porque es embajador uribista? O porque fue el director de la Aeronáutica que informó sobre el accidente de Pedro Juan Moreno?”.
No, senador, todo lo que usted sugiere es una fantasía dañina. No se podía decir, porque no estaba confirmado.
Porque aún hoy no tengo información veraz contra el exembajador Fernando Sanclemente. Eso lo dirá la justicia.
Si yo hubiera dicho algo contra él sin sustento me habría exigido una rectificación, con toda la razón y hasta demandado.
Como lo habría hecho usted, si yo irresponsablemente hubiese publicado tantas denuncias que han llegado a la redacción en contra suya y de otros políticos sobre Caprecom, la salud, la DNE, el DPS y la paz.
Pero yo no lo he hecho, ni lo haré, mientras no tenga certeza de que las denuncias son reales.