Quedan dudas sobre el cumplimiento de normas de seguridad industrial Diego Fernando Ortiz Bermúdez, de 40 años, falleció como consecuencia de un trauma intracraneal múltiple no especificado que lo mantuvo entre la vida y la muerte desde el lunes festivo 11 de noviembre, cuando cayó de un andamio, hasta las 11:14 del 15 del mismo mes cuando su humanidad no soportó más y se rompió la línea de la vida.
El lunes festivo 11 de noviembre, mientras realizaba un trabajo encaramado en un andamio en el lugar en donde se construye el Centro de Convenciones de San Andrés, Diego fue a alcanzar una herramienta, perdió el equilibrio y cayó al piso, provocándose la grave lesión craneal.
No hay información precisa sobre la altura de la cual cayó, ni tampoco se informó porqué este trabajador no estaba protegido por arneses como lo ordenan las normas de seguridad industrial. Nadie habla, nadie vio, solo hay una nube gris que no permite ver la verdad y a la distancia, solo se rumora que cayó de una altura de 1,5 metros, aunque existe otra versión que asegura que fueron más de 10 metros. De todas maneras la lesión habla por sí sola: Fue muy grave. Tanto que según la historia clínica, fueron cinco días de lucha médica para intentar que cediera la inflamación para poder intervenirlo quirúrgicamente y no se logró.
La historia
Diego llegó a San Andrés el 4 de noviembre con la ilusión de ganar 30 mil pesos diarios para ayudar a su familia, porque la situación económica era difícil tras haber cerrado en Palmira, Valle, una panadería que le daba el sustento. La idea era trabajar en la construcción del Centro de Convenciones y regresar con su familia el 19 de noviembre con algo de dinero y muchas historias de los misterios y belleza del mar recién conocido. Pero este buen hombre, nunca se imaginó que cumpliría sus 40 años el 14 de noviembre en el Hospital Amor de Patria de San Andrés en una sala de cuidados intensivos, sin los abrazos, besos y regalos de sus seres queridos y que un día después, el 15 de noviembre, a las 11:14 de la noche, fallecería.
El drama de esta historia lo vivió en San Andrés, la esposa de Diego, Sandra Zorrilla. Viajó de Palmira a la isla, con lo que ‘tenía puesto’. Llegó el sábado 16 y no le dejaron ver a su esposo, eso lo pudo hacer solo un poco antes de viajar a Cali, el martes 19 de noviembre, día, que por coincidencia debía regresar solo que nunca se imaginó que lo haría en un ataúd.
Sandra para hacer las diligencias de rigor fue a la Policía y de allí la enviaron a la Registraduría en donde le indicaron que debía ir a la Fiscalía, pero tampoco era allí porque la mandaron a Medicina Legal. Al fin lo logró. En San Andrés ninguna entidad o empresa le ofreció ningún tipo de colaboración. Pero, como siempre, aparecieron personas solidarias que le tendieron la mano. Una familia residente en la isla y muy generosa le ofreció techo, alimentación y algo de ropa, además de acompañamiento para adelantar todas las gestiones. Prueba de que Dios existe y pone en el camino de los necesitados los ángeles que hagan falta. También contó con la ayuda de la empresa de Cali que contrató a Diego. Esa entidad se encargó de todos los gastos para poder llevar a este valluno hasta su tierra con el objeto de que repose para siempre rodeado de los suyos.
Este es el segundo caso de muerte de un obrero de la construcción mientras laboraba al caer de las alturas, ya que en febrero del presente año un obrero murió al caer de la cubierta en construcción del nuevo colegio Cajasai, razón por la que el Ministerio del Trabajo multó a Cajasai y al contratista por las fallas en la adopción de medidas de prevención contra riesgos laborales. Por Antonio Colmenares Martinez