Que varias de las víctimas del sicariato en San Andrés sean parte del vengativo aparato criminal de bandas que se han venido disputando el lucrativo negocio del narcotráfico y las extorsiones y el territorio donde poderlo ejecutar, es una verdad de a puño.
Pero también es cierto que en el camino han caído personas cuya reputación no se presume en duda por cuenta de esas actividades poco ortodoxas. Y también han caído victimas por efectos colaterales, como el caso de un menor de edad que tuvo en infortunio de estar en la hora y lugar equivocado en un gimnasio y le tocó ser testigo de los hechos.
Ni que decir de las misteriosas desapariciones que algunos también asocian a esta cruenta guerra en que nos metieron unos mafiosillos de poca monta que se enrolaron con sanguinarios criminales del interior del país y los trajeron a las islas, sin precaver las consecuencias funestas a futuro que estaban causando al abrir esa especie de “caja de Pandora”.
Pero la mata de todo ha sido un lamentable episodio que quizás equivocó de víctima y generó un escándalo de corte internacional con intervenciones de Cancillería y Presidencia de la República, cuando ya la delincuencia decidió que sus víctimas no eran los muchachos de barriadas, los ajustes de cuentas entre presuntos criminales, las desapariciones entre miembros de las organizaciones en disputa, o muchachos mal acompañados. Ahora fue que ya se metieron contra la principal actividad económica de la región, una tan sensible como el turismo que con un solo hecho por muy anecdótico que pueda resultar, causa semejante ruido y gran daño para el mercado turístico internacional de la región.
Esta ya fue la demostración que la isla tocó fondo; de ahí para abajo no se espera algo de mayor gravedad. Y por que tocó fondo, ya está bueno de medidas tibias, de soluciones aplazadas, improvisadas o de fachadas. Se requieren medidas radicales contra todo el aparato criminal que opera en la región; laboratorios del delito que se incuban en sectores vulnerables. Que la inteligencia policial y militar que sobran en las islas, de verdad funcione al servicio de la prevención contra el crimen.
De nada sirven 50 agentes de Policía nuevos, si algunos de ellos se van a la vuelta de la isla a sentarse horas entera en restaurantes o tiendas donde se mimetizan, mientras el hampa hace de las suyas; de nada sirven si algunos de ellos llegan a abusar y a tratar a las patadas a las gentes honestas, decentes y de bien de las islas; de nada sirve que ofrezcan millonarias recompensas si no generan las confianza debida por el temor a las delaciones, como quiera que en el pasado reciente, Policia y criminales se mezclaban en una sola organización; de nada sirve tanto pie de fuerza, si no se programan batidas y patrullajes en sectores densamente poblados y marginales, donde una articulada labor con la Occre permitiría expulsar de las islas a personas sin derecho a estar un dolo día más, y de esta manera quitarnos de encima individuos de dudosa reputación que seguramente aprovechan las circunstancias en las cuales han llegado a la isla para hacer daño; de nada vale tanto anuncio oficial desde el nivel central, si el Gobierno dilata y niega las millonarias inversiones que requiere el sistema de videocámaras de vigilancia electrónica de la ciudad, no solo para reponer los puntos dañados, sino además para ampliar su cobertura, darle mantenimiento y hacerlos funcionales para el aporte de verdaderas pruebas forenses para las investigaciones del delito, particularmente el sicariato.
Solo con medidas eficaces de verdad, se puede dar solución a algunos de estos problemas de seguridad, lo demás son medidas de choque ocasional mientras pasa la efervescencia de la espuma de los acontecimiento, y éste Gobierno Nacional sabe bastante de eso; si no basta mirar las reacciones del Presidente al fallo de la Corte Internacional de Justicia sobre la delimitación marítima del archipiélago.