Por Jorge Enrique Robledo*
La política de Santos contra Colombia y su educación pública es una aplanadora camuflada con los usuales engaños y astucias de este Gobierno.
Engaño con la bandera de la jornada única para ilusionar a estudiantes y padres de familia, pero sin ampliación y mejoramiento de escuelas y colegios públicos (se hace retórica con 160 colegios, que en el incierto evento de ser construidos no se sabe cuándo, tan solo serían una gota de agua en el mar del abandono), es decir, propicia más hacinamiento y peores condiciones para el estudio, la recreación y la convivencia, tal como lo está haciendo Petro en el Distrito; en lugar de salario profesional para los educadores y ampliación de la planta docente y administrativa, expide un decreto de bonificaciones que burla el acuerdo de mayo y anuncia la contratación de tutores por medio de la empresa privada, igual que en Bogotá, avanzando en la privatización y el desconocimiento de los derechos laborales; e impone planes de estudios violando la autonomía educativa establecida en la Ley General de Educación.
Engaño con el cuento de que hay enormes partidas para la educación cuando en realidad el SGP baja de 3,8 a 3,7% del PIB y de que en realidad la mayor partida del presupuesto se va para el pago de la deuda externa. El programa de Cero a Siempre, privatizado y por fuera del sistema educativo, suplanta el preescolar de tres grados. Becas para las universidades privadas en lugar de apoyar las universidades públicas que están desfinanciadas.
Engaño con el cuento de la excelencia docente que apunta en realidad a un empeoramiento de las condiciones laborales con una serie de medidas entre las que se destaca un nuevo sistema de evaluación en el que pretende introducir los resultados institucionales (pruebas Saber, evaluación de los PEI y el funcionamiento del gobierno escolar, retención de estudiantes y reconocimientos) y la idoneidad (pares para evaluar la práctica pedagógica y pruebas escritas disciplinares y de actitud), diseñado para mantener a los maestros con salarios infamemente bajos, convirtiéndolos en obligados agentes de las medidas que han destrozado la educación. En síntesis, profundiza la política neoliberal que ha demostrado ser un fracaso para el desarrollo de Colombia y ha sometido a los educadores al 1278, la provisionalidad, el aumento de la jornada laboral, la depauperación de los salarios, el envilecimiento de la salud y otras torturas.
Engaño cuando, en lugar de cumplir el inicio de la nivelación salarial para todos los docentes y docentes directivos, expide un decreto que crea una bonificación. No, eso no fue lo que se acordó. Es una burda maniobra para negarle al magisterio una conquista arrancada con la lucha. Un decreto que, además, deja por fuera a los miles de maestros pagados por recursos propios en Bogotá, Antioquia y otras regiones del país, que no modifica el valor de las horas extras y que en lugar de modificar la escala salarial del empleo le da una bonificación a unos maestros, entre otros aspectos negativos.
Para completar la farsa, en el inconfesable propósito de confundir al país, Santos se vende como profesor de matemática por horas en colegios públicos que, como lo denunciaron los propios estudiantes, no cuentan con un transformador para que no se vaya la energía cada rato. Es la misma maniobra que hizo para presentarse como temporal habitante de una de las cien mil casas que esta es la hora y no se han entregado, pero que se utilizaron para fines de la más rancia estirpe del oportunismo electorero.
Llamamos al magisterio a salir a las calles en rechazo a la política santista, exigiendo solución a la caótica situación de los servicios de salud, al respeto a los acuerdos de mayo, contra el decreto de bonificación, y por un modelo de ascensos sin evaluación sobre la base de los criterios de títulos, tiempo de servicio y producción académica.
* Senador de la República