Votar por la reelección es aceptar la indignidad de perdonar los errores cometidos por un gobierno que realmente no merece ser bien recordado, mucho menos volver y de ninguna manera quedarse ni un día más de los cuatro años que, por obligación constitucional, se debe soportar. Para el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, que es un orgullo axiomático de Colombia, este gobierno ha sido mediocre en el tratamiento de problemas graves, claro, el más grave de todos, la posición asumida frente al fallo de la Corte Internacional de Justicia, que por ignorancia de la realidad, trazó unas líneas limítrofes atendiendo la simetría geométrica y la equidistancia geográfica, pero lejos de considerar la presencia humana que hace presencia en esos lugares y que por siglos han permanecido como un todo étnico y cultural.
Se puede culpar a todos los gobiernos anteriores, por la irresponsabilidad de dejar perder el mar, ese mar que es un abstracto para la mayoría de colombianos, precisamente porque ninguno de los gobiernos anteriores y menos el actual, ha intentado siquiera desarrollar un proyecto de desarrollo pesquero y de aprovechamiento que en general se encuentra en los océanos atlántico y pacifico con que Dios premió a este país. Pero a Dios se le olvido poner en Bogotá, en el gobierno nacional a alguien con visión y capacidad de observar los verdaderos límites que para muchos de esos gobernantes no pasan de Bucaramanga por el Norte, Tunja por el oriente, Cali por el occidente y Neiva por el sur. Presidentes y gobiernos en general más preocupados por los contratos en la parte andina y por lo tanto incapaces de mirar hacia el mar. Para ellos no han existido los mares más que como una exótica mancha de agua a donde van a viaticar de vez en cuando.
Pero este gobierno ha sido el más perverso, porque para tapar con un dedo el verdadero problema, después de la mayor y vergonzosa derrota diplomática de perder, al menos en el espíritu del fallo de la CIJ, 75 mil kilómetros cuadrados de mar, entregó un subsidio de millón 800 mil pesos a cada uno de los pescadores artesanales, recursos que si se en su totalidad se hubieran invertido en un proyecto de flota pesquera con proyecciones en infraestructura para exportar, se hubiese solucionado el problema de baja productividad, hubiera dado trabajo a los pescadores y especialmente se hubiera hecho presencia en los sectores en donde se pretende que Colombia y específicamente los raizales entreguen lo que en justicia les pertenece.
Se culpa a la canciller María Ángela Holguín, pero observando detenidamente, en este país presidencialista, las decisiones con este calibre las toma el presidente, aunque hay que ‘darle crédito’ a la señora Holguín de imprudencias como la de decir que el fallo sería una decisión ‘salomónica’, como si Colombia tuviera que repartir lo que le pertenece. O la otra salida: “Donde hay un hombre hay prostitución”, frase tristemente célebre, con la que cerró el caso de los escoltas del presidente de Estados Unidos, que vinieron a la inútil cumbre de las Américas en Cartagena con un costo superior a los 30 millones de dólares y que no sirvió ni siquiera para una declaración conjunta para adelantar algún proyecto internacional conjunto. A los únicos que benefició la costosa reunión de fue a los escoltas de Obama, que vinieron a su fiesta particular rodeada por un escándalo que terminó convirtiendo en figura nacional una trabajadora sexual que jamás soñó con llegar a esas ‘cumbres’.
La perla más reciente de la Cancillería ha sido desconocer a los periodistas de San Andrés el sábado tres de mayo, cuando la viceministra de Relaciones Exteriores, Patti Londoño, visitó Providencia para hacer seguimiento a los proyectos en ejecución del Plan Fronteras para la Prosperidad en los sectores de desarrollo económico, salud, cultura, deporte y gobernabilidad y entregar un proyecto de estudio de grabación en las instalaciones del Midnight Dream.
Pero con todo este desconocimiento no es nada frente a la ‘burrada’ de no permitir que se cantara el himno nacional en creole en una reciente visita de la primera dama de la República. Afrentas con las que se confirma la ignorancia que causa el irrespeto por lo valores culturales de este sector del país.
Algunos de estos errores son ‘capital’ de los segundones, pero los errores grandes son del presidente Santos que ordena a la Cancillería lo que se debe hacer como el apoyo a Lugo en Paraguay o la ‘tibieza’ con Venezuela, convirtiendo en su mejor nuevo amigo a un personaje como Chávez al que no solo había combatido sino desconocido como ministro de defensa. A Uribe lo traicionó tan pronto se posesionó, porque se le ‘volteó’ y lo dejó viendo un chispero con su deseo de seguir gobernando en ‘cuerpo ajeno’. Fue una traición, porque fue con los votos de Uribe con los que llegó a la primera magistratura. Traidor, mentiroso, maquillador de la realidad del país, corrupto suministrador de la ‘mermelada’ de la deshonra política del país. ¿Esas ‘virtudes’ demostradas por el presidente Santos son las que se piensa reelegir? Editorial escrito por Antonio Colmenares Martínez