Antonio Colmenares Martínez
José Guerrero Perea, es un muerto raro. Es un ser convertido en recuerdo desde el 26 de julio de 2009 y la rareza de su condición de difunto consiste en que es la excepción que confirma la regla de que ‘no hay muerto malo’. De Guerrero no se puede pasar por encima de su real historia plagada de momentos buenos de servicio a la comunidad a través de su labor comunicacional, más que periodística, pero sin olvidar sus salidas controversiales y de lamentable ligereza ética que lo dejó en deuda como ser humano en este archipiélago que lo acogió y le dio una buena vida que no supo aprovechar.
Era un laborioso rebuscador de datos, que la mayoría de las veces no profundizaba hasta la investigación para ponerle el sello de trabajo elaborado con rigurosidad, pero que así, ‘a medias tintas’ era un trabajo importante para la comunidad que lo aceptaba y que llegó a apreciar su esfuerzo. Guerrero es de los pocos difuntos de los que aguanta decir la verdad con fuerza, casi avasallando, como él lo hacía. Si algo importante tenía este hombre, era su seguridad así estuviera ‘embarrándola’, tenía gran respeto por él mismo y alta autoestima que lo llevó, inclusive a tener problemas de índole moral, específicamente en San Andrés, por creer quizás que era digno de enamorar mujeres muy jóvenes, a quienes ‘les ponía el discurso del amor’ por teléfono, hasta que un padre enardecido lo ‘correteó’ y Guerrero Perea salió del panorama de las islas, a las que ofendió con sus non santas tendencias amorosas pero a las que también sirvió con su trabajo del cual se recuerdan muchos episodios agradables y hasta risibles como cuando dijo un día empezando el noticiero de Radio San Andrés, que el sol había salido por otro lado, ‘por allá encima del muelle’.
No he podido imaginar a Guerrero Perea muerto. Tal vez conservó un gesto que repetía con la boca y que podía significar: ‘Me importa un carajo’. O tal vez sonrió por última vez, antes de ‘meterse en el silencio total’ de brazo con la muerte, así avasallante como cuando se ‘metía’ sin pedir permiso y sin siquiera saludar, a la oficina de Simón González, y le decía, así ‘al rompe’: ‘gobernador buen día, explique porque el sol salió hoy por otra parte”.
Guerrero Perea más que periodista fue, en toda su magnitud, un ser humano, ‘peor cosa no podía ser’, como dijo el poeta. Un ser humano que nació, vivió, luchó en Colombia, con un especial tránsito por San Andrés y que murió en Panamá en donde también logró ‘pegar’ con su especial forma de ser, con ese desparpajo altisonante, algo megalómano y con especial manejo de la personalidad para entrar en algunos círculos en donde sabía que estaban quienes podían influir en su favor. Para los medios panameños el deceso de José Guerrero Perea, fue una gran pérdida, mientras en Colombia solo en algunos sectores se supo y poco, casi nada, se dijo.
Hoy tres años y medio después de su muerte lo recordamos, con respeto por su vida profesional, con reconocimiento por sus logros y lo despedimos con el recuerdo de su saludo en RCN cuando empezaba sus informes nacionales o cuando los despedía: ‘Desde la frontera azul de la patria, José Guerrero Perea’.
José, ya los calificativos y las críticas no importan, ya trascendiste y seguramente ya le hiciste las cuentas al creador y dirás leyendo esta nota: ‘Este ‘man’ podrá estar ‘chiveado’ con la noticia de mi muerte, pero en el análisis que hace de mí, hasta razón tiene’.