A Iván Lugo Contreras lo conocí en el año 1993 cuando regresé a la isla convertido en comunicador social. Fue en RCN Radio San Andrés, donde entonces era locutor control. De inmediato empezamos a hacer proyectos radiales aprovechando su experiencia y creatividad radial y los conocimientos en producción radial que yo traía.
Producto de eso quedó un programa musical que hoy día es toda una institución en RCN Radio: Mañanas de Nostalgia, un programa de música del recuerdo cuya producción fue nuestra. Luego intervino en programas de opinión, en la sección de ventas, hasta que se marchó a otra emisora.
Volvimos a reencontrarnos en Radio Leda donde ya yo independizado en mi vida laboral, realizamos un programa de opinión en el que sus comentarios eran tan incisivos e implacables como descarnados los míos.
También pasó por la sección de ventas de The Archipiélago Press, de donde a los pocos días salió no solo con la idea si no con el desafío de también hacer su propio periódico, por lo que dio vida al Flash Informativo.
Simultáneamente se vinculó a las campañas políticas y a los gobiernos del Partido Liberal con una lealtad tan firme, que -según me confesó el último día que hablamos (12 de noviembre de 2014)- fue tan inquebrantable que prefirió la sentencia del gerente de Teleislas, Martin Córdoba (nombrado por Pedro Gallardo Forbes) de aliarse a esa colectividad o salir del canal. Pero fiel a sus ideales y convicciones se negó a ello porque no sería coherente de ser parte de un grupo político al que un par de años antes había comparado con la telenovela colombiana “La Saga, Negocio de Familia”.
“Como no acepté me dijeron que no siguiera haciendo más el noticiero, que de todos modos ellos me pagaban mi contrato, y pues yo iba y cobraba mi contrato”.
Virtud de esa lealtad, Lugo Contreras fue amigo cercano de los dos últimos gobiernos liberales; el de Álvaro Archbold Núñez y el de Aury Guerrero Bowie, quienes apreciaban al periodista.
Con Iván Lugo no solo compartí el periodismo, sino también la vida social. Fuimos compañeros de rumba, de conquistas y hasta de complicidades inconfesables. No obstante hubo uno que otro momento de desencuentro que al final decidimos perdonar mutuamente.
De las anécdotas, recuerdo que un 31 de octubre en una rumba que comenzó en la noche de Halloween (un viernes) y terminó en el día de los fieles difuntos (madrugada del domingo 2 de noviembre), luego de haber sobrevivido al primer guayabo, dejé a Iván Lugo acompañando al poeta Miguel Pertusa porque llevaba dos días de vida sibarita y le pedí que lo cuidara mientras yo regresaba, solo que a mi regreso, mi compadre español seguía firme como un roble y el cancerbero que yo había dejado cuidando, había colapsado ante la artillería etílica del poeta. Siempre gozamos recordando ese episodio.
Iván Lugo era bueno haciendo el dos, de la misma forma como su labia y romanticismo lo ayudaba a hacer buenas conquistas que además las concretaba con su presumida dotación de la que hacía ver como un atractivo adicional. Irónicamente su dotación parece ser la razón que en últimas lo hizo dejar que la enfermedad avanzara hasta su deceso, ante el inminente veredicto de su extirpación total. Tenía citas médicas pendientes en las últimas semanas que dejó pasar, quizás por el temor a practicarse una nueva cirugía más compleja, que aunque le daría posibilidades de prolongar su vida, le haría perder uno de sus mayores trofeos de vida.
Iván Lugo murió de la misma enfermedad que siete años atrás le quitó la vida a su señora madre en uno de los episodios más dolorosos de su vida. E irónicamente fue ese motivo de dolor en el alma, lo que le causó mucho dolor físico hasta quitarle su vida.
El miércoles de la semana pasada hablé por última vez con Iván Lugo Contreras, me había estado llamando insistentemente porque tenía que hablar conmigo. Aunque me demoré dos días, fui con el interés de la insistencia; al final no fue de un tema puntual y trascendental como suponía que era.
Creo que la insistencia era más bien la excusa para ponerse al día conmigo y confesarme algunas cosas pendientes. Pese a la enfermedad no tenía planes de morirse por ahora, sino más bien de sacar adelante sus proyectos.
Estaba tramitando una pauta oficial para sacar nuevamente su periódico Flash Informativo y ampliar su negocio de Pizzas instalado en el barrio Sarie Bay, ya que luego de tanto insistirle al dueño del local, cedió la mitad del local vecino y pensaba ponerle un asador de pollos para completar su negocio. Esa noche hizo que Vicky me preparara una porción de Pizza de carne desmechada; una de sus invenciones culinarias. Aunque me había ofrecido de butifarra, pero yo no como el popular embutido soledeño.
Incluso estuvimos bromeando de la muerte, ya que una semana antes nuestro amigo y compadre Miguel Pertusa Romero lo había «matado». Eso fue el viernes 6 de noviembre y resultó curioso porque mientras el poeta nos contaba de la muerte anticipada de Iván, entró al celular una llamada de Iván.
-Mira, Miguel, es Iván, está llamando, no está muerto.
– Esa debe ser Vicky para avisar que Iván murió.
-Aló, Iván, menos mal estás vivo porque acá nos habían dicho que te habías muerto.
-Eso me dijeron, justificó el poeta ante la evidencia de lo contrario.
Cuando le conté a Iván el episodio, sonrió y me reveló que ya eso era un asunto muy común: todos los días me matan, me dijo, a lo que yo le expresé que estaba como Celia Cruz que todos los días la mataban.
También hablamos de algunos amigos muertos, como Juan García Jaramillo, quien fue compañero nuestro en RCN y que hace un año fue vilmente asesinado. Fue un momento de mucha camaradería por que recordamos episodios del principio de mi carrera con dos amigos que ya hoy no están en esta vida.
De todos modos no nos pusimos al día por que hubo una reunión con sancocho y traguitos y fotos de su álbum del recuerdo que quedó pendiente de hacerse. Paz en la tumba de mi amigo.