Antonio Colmenares Martínez
-¡Aja, compa y qué!
-Nada, compa, aquí un poco despechado pero gastándome los únicos réditos que le da la democracia a los pobres.
-¿Y esa vaina?
-Sí compa. Así es. ¿Votaste?
-No. No joda, hubiera querido pero ya uno no sabe por quién. Mejor me quedé en la casa, viendo televisión y tomándome unas frías que había guardado desde hace varios días para soportar la ‘ley seca’.
-Yo sí vote compa, pero, como te dijo, conseguí esas minucias que le deja ganar a uno la democracia, es decir vender el voto. Un man me daba 50 barras, pero llegó el otro con 60 y ¿adivina compa? ¡Claro! ¡Marica el último!, aquí me tienes devolviendo al flujo financiero del comercio lo que le queda a uno por poner en los grandes salones de Bogotá a los que en últimas no hacen nada y se ganan 25 millones al mes, más pasajes para venir cada semana a su casa. Bacano. Con razón a última hora en pleno día de elecciones ‘sacan la tula’.
-No compa pero eso no se debe hacer. Yo no soy capaz de hacer eso. ¡Este pecho costeño no vota!
-Y ¿qué? ¿Cuál es la diferencia? Si voto por el que yo creo que va a hacer algo, ¿usted si cree compa que nos recuerda por allá? ¡No! Ellos van a lo suyo. A ganarse el billete y lo poco que hacen lo divulgan hasta en la misa del padre Marcelino. Nada, para ponerlos a dormir en el salón elíptico del Capitolio Nacional, sin hacer nada es mejor ganarle estos centavos, al menos por la asoleada que se mama uno para ir a votar.
Esa es una parte de la realidad vista desde la filosofía costeña, sin nada de hueso, pura pulpa. La elección de la colegiatura más desprestigiada del país provoca este tipo de reacciones, no solo en San Andrés o en cualquier parte de la región Caribe, sino en toda la geografía colombiana.
Solo cambia la forma de hablar, porque en Boyacá dirán: “Su merced, me gané 50 para las habas”, o en el Valle: “Mirá, 50 son 50, con esta peladera y qué, del puente para allá es Juanchito, pero de para acá, gano yo. Y en Antioquia: “Uy parcero 50 pa ‘la bicha, bacano”.
En Bogotá: “Chino, no hable duro porque qué dirán las amistades, pero, es mejor pájaro en mano, yo fui al grano con mis 50 lucas”.
Y así, la democracia se convierte en algo que nadie entiende, concepto vago, ambiguo, que sibilino, como una esperanzada vislumbre oscura entre la corrupción, se niega a morir, en espera de mejores hijos y buenos tiempos. Por ahora eso es lo que hay. La danza de los millones detrás de los votos, porque ya a nadie convence los gastados discursos que no se cumplen. Para la muestra está, de bulto, la indiferencia de los congresistas frente a todo el proceso de investigación y sentencia proferida por la Corte Internacional de Justicia con sede en La Haya. No solo de los congresistas isleños, no, ¡de todos!, rifaron el mar, lo jugaron a la ruleta, no les importó ni antes ni después, nadie que tuviera una curul en el Capitolio se paró con valentía y argumentos a defender lo constitucionalmente propio. Nadie, todos fueron simples espectadores con excepción de manifestaciones mediáticas con ‘fuerza de purgado’, simplonas y sin ningún peso importante para ‘hacer algo’.
-Si compa volviendo a lo dicho, lo único que cambiará el próximo 20 de julio, en ese recinto sagrado de Bogotá, serán los nombres de nuevos involucrados en actos delictivos y volverán los carruseles de las contrataciones amañadas y seguirán haciéndoles cuentas de lo costoso que resulta mantener esa población de congresistas dormilones que tienen buena memoria de los amigos en épocas de campaña pero que después voltean la cara o se clavan como autómatas en lo más inteligente que tienen, compa: los teléfonos.