El presente artículo, es resultado del proceso de investigación adelantado en el marco del proyecto “Concert´s”, iniciativa liderada por la Asociación temporal “Living Educ. Art” en convenio con la Gobernación Departamental y el Ministerio de Cultura. La investigación se concentró en el análisis de los antecedentes históricos y la situación actual de la población étnica raizal en materia de derechos patrimoniales y culturales. La investigación se llevó a cabo a partir de la revisión bibliográfica, la realización de entrevistas y recopilación de material audiovisual a partir de los Concert´s realizados en ocho sectores de asentamiento raizal en San Andrés Islas.
Introducción
Hay muchos mitos relacionados con su existencia, unos dicen que son descendientes directos de los puritanos que arribaron a Henrrieta, Old Providence y Kathleen hacia 1931 a bordo de la embarcación “Sea Flower”, otros mencionan que son descendientes de la mezcla de colonos Irlandeses y Escoceses con población africana y Mosquitia, que salieron de la Mosquitia centroamericana para establecerse en las hacia 1793, y hay unos más osados que expresan que “el ser raizal” es el producto de las mezclas de Ingleses, chinos, indios mosquitos y africanos, traídos directamente de África, o provenientes de otras partes del Caribe Inglés, como Jamaica, Barbados, Trinidad, Nicaragua, Honduras, entre otros. Cualquiera que sea su origen, son un grupo étnico en Colombia, que habitan el Archipiélago de los siete colores de San Andrés Providencia y Santa Catalina, son un grupo de los denominados angloafrocaribeño, con grandes rasgos que expresan sus distintas mezclas, protestantes o católicos, y se expresan en creole.
El origen del mito raizal
De este primer grupo salieron muchos de iniciadores de la compañía de la ciudad de Westminster para el establecimiento de una plantación para en las Islas de Providencia y Henrrieta y en las islas adyacentes situadas en las costas de las Américas (Newton, 1985:56). Pero a diferencia de la primera que en su mayoría eran pequeños comerciantes y clase media, a esta compañía se le unieron como financistas los dirigentes más importantes del partido puritano, que incluso habían estado en el parlamento ingles entre 1628 y 1629 (Newton, 1985:57).
Desde 1629 se comenzaron los preparativos para el arribo de la compañía para la fundación de providencia, ya habían arribado algunos ingleses en las islas a cargo de Camock. Sin embargo, la expedición de 90 hombres, mas las mujeres y los niños con destino a Providencia salió hacia 1631 del Támesis a bordo del barco “seaflower” (Arciniega, 1993: 214). La Compañía tenía como objetivo principal la fundación de una colonia de plantación, inicialmente de tabaco y maíz, y de una sociedad regida bajos los principios del puritanismo más radical y puro.
A pesar de lo anterior, algunos autores mencionan que la elección de Henrrieta y Providencia para el establecimiento de la primera colonia en el Caribe, se debió en gran medida a su posición estratégica en la ruta de los españoles y porque era de fácil protección militar (Arciniega, 1993: 215). De esta manera, entre intereses puritanos y comerciales y con la creación del fuerte de Warwick en Santa Catalina, se inicia los establecimientos de los ingleses en el Caribe (Newton, 1985:53).
Las primeras relaciones que estableció la compañía de providencia, fue con los pobladores de isla tortuga, o isla de los puercos, aunque oficialmente se le llamo la “isla de la Asociación”. En esta isla los puritanos y piratas inician una estrecha relación que terminaría con el ataque de estos a las flotas de los españoles que entraban a la bahía de Cartagena y salían del istmo centroamericano (Arciniega, 1993: 218). Con esta asociación, pronto la isla de providencia deja a un lado su función de sociedad puritana y si bien no se dejan las plantaciones, esta se convierte en una actividad secundaria. Las actividades principales que desde aquí se realizan son de piratería, comercio de población esclavizada y el contrabando (Arciniega, 1993: 219).
Estas osadas campañas de los colonos ingleses, trajo como consecuencia que más de una vez se pusiera a prueba las fortalezas de las islas, que resistieron varios ataques de unos españoles enfurecidos por las actividades ilícitas que desde allí se realizan. Hasta que en 1641 el almirante Francisco Díaz Pimienta con 2000 hombres, logra atacar a la isla, desalojo por completo a los ingleses de este territorio. En este momento los ingleses pierden el dominio no solo en providencia, también en isla tortuga. La única intención de los españoles era expulsar a los ingleses y acabar con sus ataques, después de logrado este cometido poco a poco se retira la presencia española en ellas. Por esta razón, estas islas quedan a merced de los filibusteros y bucaneros de la época, quienes eran los que habían adoptado las islas del Caribe como una nación propia, más allá de aquellas que los vio nacer (Arciniega, 1993: 221-224).
Caribe hispano con presencia inglesa
Después de la expulsión de los puritanos, las islas iniciaron una colonización duradera en las últimas décadas del siglo XVIII, cuando en 1783 los españoles expulsan a los ingleses ubicados en la Mosquitia y en Belice, y algunos de estos colonos allí asentados se trasladaron al Archipiélago (Sandner: 2003). Por lo que en el año 1786 los nuevos pobladores de las islas, más otros migrantes procedentes en su mayoría de Jamaica, Curazao, otras islas y algunos que llegaron directamente de Escocia y de Irlanda para comerciar maderas, solicitan al Virreinato de Nueva Granada permiso para establecerse en las islas de manera permanente. Inicialmente, esta solicitud inicialmente fue rechazada (Clemente, 1994:336). Sin embargo, cuando en 1790 el interprete católico Irlandés Tomás O’Neill, presento una solicitud de permanencia en las islas de los colonos ingleses, esta petición fue contestada positivamente por la corona en 1798, con la condición de que estos serian súbditos de la corona española, practi
carían el catolicismo y no comercializarían con Jamaica.
En este mismo año, San Andrés es declarada puerto menor, con exención de impuestos de exportación e importación y es puesta bajo la administración de la Capitanía de Guatemala (Parsons, 1985:50). En este nuevo periodo de colonización la mayor parte de las actividades estaban concentradas en la isla de San Andrés, siendo los sectores de Gough, en San Luis y la Loma las zonas más pobladas (Clemente, 1994:337). Con relación a la composición poblacional, según datos tomados en 1793, para esta época en San Andrés, había un promedio de 37 familias blancas con 110 miembros y 182 esclavos, la mayoría de ellos traídos directamente desde África por el capitán Archbold (Sandner, 2003). Además de varias mujeres misquitos, compañeras de algunos colonos establecidos en la isla (Parsons, 1985:50).
La base económica de este poblamiento fue la agricultura exportadora enfocada al cultivo del algodón, bajo un sistema de plantación similar a las otras colonias de Caribe. Una característica importante a resaltar era que los esclavizados podían comercializar los excedentes que producían los cultivos de subsistencia, al igual que la cría de aves y de la pesca, incluida la carne de tortuga (Clemente, 1994:338). El principal puerto de comercio de las islas legal era el de Cartagena, pero este no generaba los ingresos suficientes, por los que se comenzó el comercio ilegal con colonias inglesas.
Cuando estallo la guerra entre España e Inglaterra hacia 1798, O’Neill es retirado del cargo de gobernador por el presidente de Guatemala. Sin embargo, este regresa a la isla hacia 1801, retoma su cargo de gobernador de las islas y la costa de mosquita, desde el cabo Gracias a Dios hasta el rio Chagres, y hace que en 1803 por cedula real del 23 de septiembre estas sean adscritas al virreinato de la Nueva Granada bajo la administración de la gobernación de Cartagena (Uribe, 1981: 14-20). A pesar de la ratificación de la permanencia de las islas a la corona española, en 1806 la isla es tomada por el Capitán Blight bajo órdenes de la corona inglesa. O´Neill es capturado y llevado a juicio a la ciudad de Cartagena. Blight le propuso a los colonos emigrar a Belice, los cuales se rehusaron y le pidieron que se quedara como gobernador de las islas, este lo hizo por un par de meses y regreso a Inglaterra, de esta manera regresa O´Neill como gobernador de las islas (Petersen, 1995:18).
Las islas siguieron con la comercialización de algodón. Estas exportaciones de algodón eran tan buenas, que ya en 1806 había aumentado la población de la isla a 1200, de los cuales había 800 esclavizados, la mayoría de estos llegados desde Jamaica (Parsons, 1985:52). Con relación a la composición poblacional en las islas, esta tenía unas características interesantes, que algunos autores expresan que:
“La estructura social reproducía el modelo bipolar consolidados en las colonias del Caribe: una minoría de plantadores y una masa de esclavos. La barrera racial, que en otras sociedades caribeñas delimitaba en forma nítida ambas clases, no parecía tan evidente en nuestras islas. El informe del Gobernador O’Neill daba cuenta de una cierta porción de mestizos, a los cuales atribuía mayor lealtad a la corona española que a los plantadores de origen ingles y los consideraba “menos altaneros y más humildes y racionales” (Clemente, 1994:339-340).
El componente católico del gobernador y algunos de los colonos habitantes, mostraban una mayor apertura hacia el mestizaje y la valoración de estos, cosa con poca probabilidad de ocurrencia en cualquier colonia protestante del Caribe inglés. Este rasgo de diferenciación religiosa entre los colonos católicos y los protestantes se mantendrían hasta la fecha actual en los descendientes de estos.
Legado de Aury en los raizales
Cuando inicia el periodo de independencia de las colonias del virreinato de la nueva granada a la corona española, O´Neill renuncia a su cargo de gobernador a luciendo problemas graves de salud, en su reemplazo queda gobernando el Capitán Luis García. A pesar de esto, cuando se declara la independencia de Cartagena e 1811, este gobernador fue sustituido y de esta manera, que la isla queda gobernada por un cabildo municipal por más de una década hasta la anexión a la Gran Colombia (Parsons, 1985:56).
La anexión de las islas a la Gran Colombia se le atribuye a las gestiones e intereses del corsario Luis Aury en el marco de la gesta independentista Bolivariana. Desde 1818, cuando llego a las islas desde Haití, este apoyo de manera directa la campaña libertadora en el mar Caribe a través de la disposición que puso a esta causa de su fuerza naval. Sin embargo, los meritos de Aury no fueron reconocidos por el libertador, el cual nunca acepto el apoyo de este en la causa libertadora (Parsons, 1985: 62-63). A pesar de no consolidarse la alianza entre Aury y Bolívar, en junio del año 1822 los miembros de los cabildos de Providencia y de San Andrés, además de los habitantes de San Luis de Mangle, firmaron la adhesión a la Constitución de Cúcuta, reconociendo así su incorporación a la gran Colombia (Uribe, 1981: 23).
Para la Gran Colombia fu un logro territorial la anexión voluntarias de las islas a la Gran Colombia. Sin embargo, Avella (2009) expone que una de las consecuencias de la no incorporación y reconocimiento de la flota de Aury en la naciente gran Colombia, fue que esta se quedo sin fuerza naval y representación política en las islas y la costa de mosquita, lo que trajo como consecuencia el aislamiento de estas del gobierno nacional y la posterior perdida de la costa por la ocupación inglesa y las pretensiones nicaragüenses.
Influencia Norteamérica en los raizales
Después de la anexión a la república las islas fueron incorporadas bajo el estatus de cantón de San Andrés a la provincia de Cartagena. La capital administrativa era la isla de San Andrés y se nombraban como gobernantes a militares o jefes civiles que enviaban de la parte continental del estado (Parsons, 1985: 62-63). Si bien la administración política estaba en manos de gobernadores que representaban la república, había poca presencia institucional colombiana en el territorio, por lo que las islas tuvieron en este primer momento una dinámica social al margen de la realidad nacional (Sandner, 2003:329-330).
A un después de la adhesión a la Gran Colombia, las estructuras sociales de colonos y esclavizados, permanece según datos de la población de 1843, en San Andrés había 1285 habitantes, de los cuales solo 104, entre hombres y mujeres, eran esclavizados. De esta población total de la isla, el 56.8% se dedicaban a la agricultura y el 31.8% hacían actividades domesticas, el otro por ciento se dedicaba a la pesca y otras actividades complementarias (Meisel, 2009: 5). Con relación a las actividades económicas, a diferencia de encontrado para principios de siglos, en esta primera mitad las exportaciones agrícolas estaban representadas en el cultivo de azúcar, algodón, miel, ñames, plátanos y cocos, siendo la más representativa comercialmente el cultivo de azúcar aun por encima del algodón. Adicional a las plantaciones, la otra riqueza de las personas estaban representadas en las casa, siendo las de la cabecera las más costosas (Meisel, 2009: 11).
Una característica importante a resaltar de la sociedad isleña de esta mitad de siglo XIX era que para esta época los isleños tenían buena calidad de vida, con buenos ingresos y había baja densidad poblacional, lo que le permitía a casi toda la población tener acceso a recursos pesqueros y agrícolas. Lo anterior debido en gran medida de que hacia 1840 el cultivo de algodón comenzado a reducirse y con la comercialización y exportación de otros productos agrícolas mas la diversidad económica en las actividades, facilitaba que los isleños tuvieran diferentes fuentes de ingresos, diferentes a los generados por los monocultivos, como ocurriría después con el cultivo del coco (Meisel, 2009: 12-17).
Otro aspecto importante de la sociedad isleña de esta época, es que en 1845 Philip Beeckman Livingston funda la comunidad Bautista en el sector de la Loma en San Andrés, haciendo de esta el centro de la formación académica y moral de la isla. De esta manera que la lengua inglesa se instaura como la lengua “de la cultura”, la base religiosa es l a protestante y esta a su vez es la que se encarga de la educación y alfabetización de la mayoría de los isleños (Vollmer, 1997:57). Por otro lado, el pastor Livingston se considera uno de los iniciadores de la liberación de las personas esclavizadas en la isla, cuando en 1834 con las noticias de la emancipación de esclavos en Jamaica y en la isla se presentaron revueltas, el libero a sus esclavizados y les cedió las tierras de Bottom House en Providencia, los ex esclavizados “como agradecimiento del buen trato tomaron su apellido y hasta hoy día es una de las familias más grande de las islas” (Petersen en Vollmer, 1995: 57).
La abolición de la esclavitud en el territorio insular fue en 1853 cuando en San Andrés, los antiguos esclavizados recibieron parcelas y a cambio de estas tenían que trabajar cuatro días a la semana para sus antiguos amos, esta situación no duró mucho y la sociedad isleña se constituyo de pequeños campesinos y pescadores (Sandner, 2003:329-330). La base económica de esta sociedad de pequeños agricultores durante el periodo de 1855 hasta las primeras décadas del siglo XX, fue la plantación cocotera y su comercialización con los EEUU.
Las relaciones comerciales y culturales con los norteamericanos también trajo como consecuencia que hacia 1853 los cayos y bajos de Serrana, Roncador y Quitasueño quedaran en manos de estos, debido a que como no había presencia administrativas en estas islas, cuando un comerciante norteamericano comenzó a explotar el “guano “ que producían estos para ser utilizados como fertilizantes en su País. El gobierno norteamericano apoya esta explotación de guano en estos cayos y de otros cayos de Caribe y el pacifico, cuando en 1856 aprueba la ley “Guano Island” que permitía la apropiación de islas sin pertenencia territorial para la explotación de este fertilizante (Parsons, 1985: 72-73). Esta ocupación territorial de los cayos y bajos colombianos, confrontaría a estos dos países por más de una década, hasta que Estados Unidos reconoce la soberanía colombiana sobre los mismos.
En este ambiente de prosperidad, siguiendo con lo planteado por Vollmer (1997:62), “El poblamiento del territorio también experimento cambios. A raíz de la abolición de la esclavitud y del auge del coco, el Archipiélago atrajo nuevas corrientes migratorias que añadieron componentes físicos y culturales que caracterizan a la población actual. Llegaron esclavos liberados de otras islas de las Antillas (Jamaica y Curazao), norteamericanos (pastores, comerciantes, marineros), nuevos migrantes de las Islas Cayman y chinos. Los otros migrantes que llegaron durante esta época procedieron de Colombia continental; jueces, funcionarios y comerciantes. En 1902 se establecieron también la misión católica y la misión adventista”.
La anterior población y las mezclas resultantes de esta, y su organización socio económico y administrativo, es la base sociocultural sobre la que hoy día se caracteriza a la población raizal de las islas. Que si bien algunos de estos, son descendientes de los primeros pobladores colonizadores, esta integra más elementos de los nuevos intercambios surgidos con el boom del comercio cocotero y las relaciones con el Caribe Occidental, Norteamérica y la costa Caribe colombiana, que de la estructura colonial primaria.
Colombianización de los raizales
En 1903, después de lograr la separación de Panamá del territorio colombiano, el gobierno de los Estados Unidos, por medio de un plebiscito, buscó la anexión de los isleños a su territorio pero estos, en contra de sus expectativas, los isleños, representados por un Comité de Notables convocado, votaron por la permanencia en Colombia. El interés internacional y estratégico en el Archipiélago llamó la atención del gobierno colombiano, que no estaba dispuesto a renunciar a su territorio, por lo que creó en 1912 la Intendencia Nacional de San Andrés y Providencia (Sandner, 2003: 331-332).
Para este período vino un delegado oficial de la gobernación de Cartagena, llamado Emilio Eiton (1913), y en su diario describe algunas características de la sociedad isleña de ese año, entre las que se destacan: la fuerte presencia de los chinos en el comercio, que permitía que los isleños contaran con una gran variedad de productos a su disposición, aunque resalta la poca apreciación, que percibe, por parte de los chinos hacia la isla. También ve con gran preocupación la falta de instrucción de los isleños en la historia patria nacional y como en cambio toda la educación que estos recibían era en inglés y basada en la historia y cultura norteamericana, al respecto señalaba que era lamentable advertir como los nativos no sabían ni pronunciar el nombre de la patria colombiana, debido a su falta de dominio de la lengua castellana. Aunque reconocía que la influencia sajona en las islas tanto en la arquitectura de las casas como en la excesiva pulcritud y limpieza de estas y de sí mismos, era algo agradable de apreciar en los isleños (Eiton, 1913: 68-74).
Como una forma de resolver el estado de aislamiento que tenia la sociedad sanadresana de la realidad colombiana, Eiton menciona que se debe traer a las islas una misión católica, no inglesa como había en Providencia, de origen colombiano que manejara los dos idiomas, para que estos se encargaran de la labor de introducir a los isleños en las costumbres y lengua de la patria colombiana, como una forma de establecer soberanía nacional. De esta lectura vale la pena resaltar el personaje de Max Vélez, un colombiano continental que en esa época tenía gran poder económico e influencia en las islas, y que según Eiton por sus buenas relaciones con los nativos, pudo haber influido en la decisión del comité de notables de la permanencia de las islas al estado colombiano (Eiton, 1913: 77-82).
No se sabe si por influencia del informe de Eiton, o por iniciativa del gobierno nacional, pero en el año de 1926 cuando era intendente Jorge Luna Ospina, llega una misión capuchina enviada desde Roma, con la tarea de evangelizar y civilizar a la población, esta misión edificó templos y realizó muchas obras culturales y comunitarias en la isla. Por otro lado, en 1927, los misioneros de Mill Hill que estaban asentados prácticamente en Providencia, dejaron las islas, debido a que las autoridades colombianas consideraron que ellos podían servi
r de influencia para que las islas decidieran hacer parte del estado nicaragüense o norteamericano. Estos fueron reemplazados por capuchinos de España (Historia Religiosa del Archipiélago).
Después de la llegada de la misión capuchina, también llegaron las hermanas terciarias capuchinas provenientes en su mayoría de Antioquia, quienes junto con los primeros fueron de gran influencia en la sociedad isleña, ellas incorporaron la novena de aguinaldos, los pesebres y los villancicos. En 1929 se celebró el primer Corpus Christie y poco después la procesión mariana (Clemente, 1994: 359). A raíz de esta llegada, durante 49 años, la misión católica fue responsable de la educación en las islas. El discurso escolar, como es de suponer, incorporó los valores de esta religión, impartiendo de paso varios conceptos morales y sociales de la nación colombiana (Vollmer, 1997: 64). Para 1925 había una población aproximada de 5000 habitantes en la isla, de los cuales solo 30 eran de origen continental (Cabrera, 119).
A fines de esta misma década, en el aspecto económico se hablaba de que los límites de la expansión exportadora de nueces de coco se estaban alcanzando y los rendimientos empezaban a decrecer. En este momento de crisis se habló de sobrepoblación y de la necesidad de promover la emigración. Los principales receptores de población isleña que emigró fueron Bluefields, la isla del Maíz, La laguna de Chiriquí/ Bocas del Toro y Colón, en esta última existió una colonia importante de pobladores provenientes de las islas que trabajaron en la construcción del canal de Panamá. En los otros sitios los isleños se dedicaron en gran porcentaje a trabajos relacionados con el pilotaje de barcos, en los puertos y el comercio (Sandner, 2003: 332).
En 1928 Colombia firma con Nicaragua el tratado limítrofe Esquerra-Bárcenas, por medio del cual reconoce la posesión del país Centroamericano sobre la Costa Misquita y las Islas del Maíz, a si mismo, Colombia ratifica la tenencia de San Andrés, Providencia y Santa Catalina y sus cayos adyacentes (Vollmer, 1997: 65). Quedó en entredicho la soberanía de los cayos de Serrana, Roncador y Quitasueño, debido a que estos en ese momento se encontraban en controversia con el gobierno norteamericano (Uribe, 1981:111). En el momento de la firma del tratado, había poca población de origen continental colombiana, salvo por algunos comerciantes, funcionarios y clérigos que se encargaban de la administración y la educación de la isla.
Hacia 1931, una plaga en los cultivos de coco, hizo que el comercio de este disminuyera en un 30%, adicional a las bajas de precio que venía sufriendo desde 1927. Esta crisis económica trajo consigo un empobrecimiento de la población insular, aumentaron las emigraciones de tal manera que la población de la isla disminuyó considerablemente (Clemente, 1994, 348-349).
La continentalización del territorio insular
En noviembre de 1953, tras una visita del presidente Rojas Pinilla a las Islas y como una forma de dar salida a la difícil situación económica de la isla, se declara el territorio como una zona libre de aduanas y se ordeno la construcción del aeropuerto local. Esta iniciativa promovía el turismo aduanero, ya que las personas podían llevar mercancías importadas libres de impuestos después de pasar tres días en las islas, la mayoría de estos productos provenían de Panamá. A este periodo de la historia de las islas se llama “La colombianización”, aunque algunos autores como Meisel dice que se debe llamar “continentalización” (Meisel: 2003).
Para asegurar el éxito del nuevo sistema económico se requirió desarrollar infraestructura aeroportuaria, comercial, hotelera e institucional (Sandner, 2003: 333), que en pocos años hicieron cambios profundos en las tradiciones y estilo de vida de la sociedad Sanadresana, las islas de Providencia y Santa Catalina, poco se vieron afectas por las modificaciones introducidas por el Puerto Libre, por lo que se podría considerar que desde ese momento se dio una distinción importante, que persiste hoy día, sobre el modelo de desarrollo socioecomico de las islas y de la condición de la población raizal, en estas últimas islas se conserva hoy día en un alto porcentaje los valores y patrimonios materiales e inmateriales de la cultura raizal.
Organización social y las prácticas socioculturales de los raizales en 1954
En el año 1954, poco tiempo después de la declaratoria del Puerto Libre, el investigador Thomas Price realiza un estudio etnográfico de dos meses en la isla de San Andrés, del cual publica un artículo que describe las características más significativas de la organización social de la isla y de la relación de los nativos isleños con el gobierno colombiano y los nuevos migrantes asentados en el sector de North end provenientes del continente. Según Price, desde que se comenzó a instaurar el sistema colombiano en la isla, estas vivieron un proceso de aculturación que generó un conflicto cultural entre los nativos isleños y los funcionarios públicos, misioneros y fuerza policial con presencia en la isla. Este conflicto, también tiene su expresión en el descontento con la administración local, debido a que ven lejana sus actuaciones y contraria a los intereses de la población, estos preferían los años en que existía “la junta asesora del intendente” a la cual varios notables pobladores pertenecieron y servía de intermediaria entre el estado y la población (Price, 1954:15-16).
En este texto también muestra el autor, como el cultivo de coco era una actividad que a pesar de que su comercio había caído en decadencia, atravesaba la vida cotidiana de los isleños. Para estos “la tierra, ya sea heredada o comprada, era un asunto de prestigio heredársela a los hijos en vez de depender de ellos cuando se llegaba a la vejez” (Price, 1954:17). A pesar de que había tierras para cultivo de subsistencia, se dependía para el abastecimiento de la isla del comercio con Colón y con Cartagena.
Un aspecto importante de este periodo era que “en comparación con Colombia continental en lo general, el estándar de vida en San Andrés es excepcionalmente alto”. Si bien los isleños no eran todos de clase alta, el nivel de la isla les permitía vivir con relativa comodidad, con “casas inmaculadas” y una “limpieza personal impecable”. Por lo que era para ellos “fuente de resentimiento ver que se acentuaba su pobreza por parte de funcionarios públicos o de viajeros que vienen de tierra firme”. Además de lo anterior se estaba aumentando la población por la llegada de estas personas llegadas del continente “que vienen a ocupar los cargos que de otra manera serian ocupados por los isleños”. La población sentía el desplazamiento laboral de las funciones públicas por razones lingüísticas y hasta racistas, lo que generaba en ellos rechazo hacia el gobierno local (Price, 1954:18-22).
El núcleo familiar isleño estaba representado por la familia, donde el estado ideal estaba representado por el matrimonio, ya fuera civil o por la iglesia con preferencia por este ultimo. Sin embargo se podía observar en la sociedad la aceptación de otras parentelas y de relacionamiento personal. El autor menciona que dentro de la sociedad isleña había una clasificación de las mujeres de acuerdo a su comportamiento social, que determina en gran medida la estructura familiar.
Estas clasificaciones eran “sport girls, sweethearls, decent girls, young girls y married woman”, el estado ideal e
ra el married woman, y se llegaba a él a través de mostrar un comportamiento social y una vocación para el matrimonio como lo hacían las decent girls y Young girls. Sin embargo, el estado de concubinato “sweethearls”, era aceptado socialmente y se esperaba que los hombres respondieran por los hijos de estas uniones. Las “sport girls” eran aquellas mujeres, que si bien no se les consideraba prostitutas, se caracterizaban por no tener compañero permanente. Estas últimas muy probablemente tenían hijos de varios hombres. Para esa fecha el autor señala que había un claro rechazo hacia el matrimonio con “panyawomen” por qué las consideraban “demasiado sucias en su persona, en los oficios culinarios y domésticos y son perezosas en sus deberes”. Esta preferencia por las isleñas era reafirmada por los hombres llegados del continente que se casaban con mujeres de la isla (Price, 1954:23-27).
Otra característica importante del hogar, era el papel preponderante de la mujer en la crianza de los hijos, esto muchas veces ocurría por la ausencia del hombre, por motivos laborales, por largos tiempos de la casa o porque muchos de estos eran de una relación de concubinato y los hijos de estos no contaban con la presencia constante del padre en el hogar, aunque este estuviera obligado a responder por ellos. Vale la pena resaltar también, que muchas veces los roles de padre o madre de los hijos no lo hacían los padres biológicos de los mismos, sino que era asumido por familiares o amigos cercanos a estos, la adopción era una práctica común y aceptada socialmente. Este tipo de adopción se da en su gran mayoría por condiciones económicas y se consideraba un asunto de mujeres, aunque los hombres aceptaban la condición y la asumían, tanto en la familia que entrega al niño o niña como en la que lo recibía (Price, 1954:30).
Con relación a la organización social, esta tenía características significativas en tres aspectos a resaltar de la siguiente manera; la relación entre pares masculinos, las relaciones entre clases sociales y el control social. Con relación a la relación entre pares, era importante la amistad entre los hombres y esta se caracterizaba por “la capacidad de guardar secretos, generosidad, honradez, lealtad y saber escuchar con comprensión”. El amigo hacia las veces de intermediario en “los asuntos amorosos, arreglar malentendidos” y dar consejos frente a posibles conductas censurables. Por otro lado, en la isla había dos clases sociales claramente definidas, la clase alta y la clase baja, a pesar de la tendencia al igualitarismo que se expresaba en la frase “nadie es mejor que los demás”. Sin embargo, la clases sociales estaban reflejadas en “la situación económica y conducta social” (Price, 1954:31).
Las personas de clase alta se reconocían por la localización, cerca a la calle principal, y calidad de la casa, la mayoría eran de madera, de dos pisos con varias construcciones adicionales la cocina y el baño. Las casas de las personas de clase baja eran “ranchos de paja y reproducciones o copias pobres de los hogares de clase alta”. Estas no estaban cerca a la calle principal por el contrario, “ya que la construcción de las casas tiene alto valor de prestigio, las familias pobres frecuentemente prefieren hacer sus ranchos en el monte a cierta distancia del camino” (Price, 1954:32).
Pocas veces se veía relaciones interpersonales cercanas entre una persona de clase baja y una de clase alta, aunque esta última trataba siempre de mostrarse humilde cuando hablaba con una persona de clase social baja e incluso podía usar el “patois” como una forma de evitar mostrar superioridad, aunque este lenguaje nunca lo usaba de manera pública o entre sus pares. Solo se podía cambiar de clase social por el matrimonio, tanto para ascender como descender, la educación ayudaba, pero esta tenía que ser demostrada y aprobada en escenarios sociales y favorecía el matrimonio entre personas de distintas clases. Quienes más intercambio social y beneficios lograron de la presencia colombiana y de las relaciones con el continente, fueron las personas de clase baja, debido a que muchas emigraron a tierra firma a trabajar y los hijos recibían instrucción en las escuelas públicas. Los de la clase social baja preferían la instrucción en inglés y en las escuelas protestantes (Price, 1954:33). Sin embargo, por ley en 1954 se da el cierre de las escuelas protestantes (Clemente, 1994: 359).
Una de las cualidades a resaltar de los isleños indiferentemente de su clase social era su hospital que se desplegaba con quienes ellos consideraban dignos de ella. “Este complejo de hospitalidad está relacionado con las pautas de “respeto” y buena educación””. Por otro lado el mecanismo más utilizado de control social en la vida isleña era “la crítica”, esta era tan efectiva que según el autor:
“El miedo a sus consecuencias es lo suficientemente intenso como para impedir a mucha gente cometer acciones que van en contra de las normas de la sociedad y en tales casos de que esas acciones ya se hayan cometido, frecuentemente el culpable se empeña rectificar sus errores antes de que las actitudes de sus prójimos se vuelvan demasiado severas. Ha habido casos en que la conducta de un individuo ha sido lo suficientemente antisocial como para crearse un frente solido de opinión pública contra él, con una pérdida de prestigio consiguiente y aún la necesidad de abandonar la isla para vivir en el continente” (Price, 1954:36-37).
Las conductas que más eran objeto de control social estaban relacionadas con, las malas compañías, el robo, la limpieza, la falta de cortesía o de hospitalidad, no velar por los hijos ilegítimos y la estafa. Cuando la crítica social no surgía efecto, y la falta cometida era grave otra forma de control social era a través del uso de la “obia” aunque el autor señala que no había en la isla un “obiawomen” u “obiamen” siempre se podría recurrir al uso de algunos trucos “tricks” conocidos o se iba hasta Colón a consultar a uno. Estas creencias eran de conocimiento popular y atravesaban todas las actividades de la vida cotidiana, debido a que la “obia” además de utilizarse para cobrar afrentas también servía para lograr éxito en situaciones específicas de la persona (Price, 1954:44-47).
Por último, las prácticas culturales sobresalientes de la población isleña respondían a un complejo cultural que incluía elementos ingleses y africanos. Estas estaban representadas en las actividades recreativas, sociales, uso de la lengua, la religión y las expresiones músico danzarías. Las actividades recreativas representativas eran la práctica de “baseball”, los “picnics”, los bailes y los “programs”, muchas de estas actividades se daban en el interior de la iglesia o promovidas por ella, de esta manera que la iglesia era fuente importante de cohesión social y comunitaria. En la práctica religiosa, si bien había un número de isleños católicos, los cuales eran llamados “Job Catholics o católicos por conveniencia”, la mayoría de los isleños eran baptista, aunque también había algunos que practicaban la religión adventista. A pesar de la diferenciación dogmatica, la práctica protestante estaba presente en cada una de ellas y había poca diferenciación entre los miembros de una comunidad religiosa u otra, a pesar de la presencia de la misión católica. Con el cierre de las escuelas las críticas fueron más enfocadas hacia la misión que hacia los isleños que practicaban esta religión (Price, 1954:37-38).
La herencia africana de la población isleña se veía mejor representada en la música, las historias orales y el idioma. Según Price “la música
típica de la isla es una variación de los temas encontrados generalmente en Jamaica, Trinidad y Panamá y se compone tanto de elementos euro-americanos como afro-caribes, que caracterizados por el uso de canciones norteamericanas acompañados por un acompañamiento y ritmos latinoamericanos”. Entre los ritmos más escuchados se destacan las canciones de “cowboys, calypsos, la rumba, el valse, polka y porro (mentó)”. La herencia africana en que se baila se da en la forma en que se ejecutan hasta las versiones europeas de estos ritmos (Price, 1954:37-38).
En la isla en 1954, se hablaban tres formas de inglés, “la una corresponde a la mayoría de las reglas de la gramática; la segunda tiene las características de un inglés “criollizado” con mucho de común con formas de habla encontradas en algunas regiones del Sur de los Estados Unidos, Jamaica, Trinidad, etc., y finalmente una tercera forma, que ocupa una posición algo intermedia entre las mencionadas. El patois o Bendé es la forma general de expresión y es entendida y ocasionalmente hablada por todos”. Con respecto al patois este autor señala que “en la forma intermedia el patois tiene un grado más alto de tenacidad que el vocabulario; el que habla tiende a eliminar los términos africanos o vulgares, mientras que la gramática permanece sin cambios. Hay la gente que se avergüenza cuando se menciona el tema del patois frente a forasteros, aunque su uso es parte esencial de los aspectos folklóricos actuales”. De este folklore se destacan las narraciones orales, las cuales en muchas ocasiones solo tienen sentido cuando eran contadas en “patois”, un ejemplo de esto son las Anansi stories (Price, 1954:48-50).
Para esta época también era ya muy utilizado el español, sobre todo en las nuevas generaciones educadas por la misión católica desde finales de la segunda década del siglo XX.
Impactos socioculturales para la población nativa del puerto libre en la isla
La consecuencia más notable del boom del turismo aduanero y de balneario fue las migraciones de continentales colombianos y extranjeros. Ya en 1964, como lo muestra la tabla 1, el 42% de la población de la Isla venían del continente y un número significativo de los establecimientos comerciales y hoteles pertenecían a una minoría de estos inmigrantes, los cuales provenían en gran porcentaje de Antioquia o los denominados turcos (en realidad Sirios o Libaneses), quienes habían llegado de ciudades como la costa Caribe colombiana, centroamericana o directamente de su lugar de origen (Sandner, 2003: 337).
Esta minoría a su vez traía más migrantes. La mayoría de ellos de la costa Caribe colombiana para que se dedicaran a la construcción y los oficios varios (Sandner, 2003: 337), es así como comenzó a configurarse una nueva población isleña, que incluía la presencia de distintos grupos culturales distintos al nativo angloparlante. En la tabla 2 se puede observar como los principales sitios del continente colombiano de donde provienen es del departamento de Bolívar (13.36%), Atlántico (8.58%) y Antioquia (3.08%), aunque hay presencia en San Andrés, de casi todas los departamentos de la nación, en mayor o menor grado.
Debido a al alto crecimiento poblacional y al repliegue de la población raizal en los sectores de la Loma, el Cove y San Luis, los beneficios del Puerto Libre poco se vieron reflejada en la población local. Los cuales fueron desalojados de la zona norte de la isla y los costos de vida se les hicieron insostenibles, la mayoría de ellos dejaron la agricultura y la pesca y se dedicaron a la prestación de servicios de taxis y lanchas, otros ocupaban cargos públicos y algunos emigraron (Sandner, 2003: 337). Los isleños nativos comenzaron a hacer una minoría marginada en su territorio.
El nacimiento de la raizalidad
Las protestas por la marginalización de la población nativa de las actividades comerciales y administrativas no se hicieron esperar y en 1980 viajó una delegación a Bogotá para exigir al presidente de turno mayor participación de la población insular en la administración, con el señalamiento de que solo 7 de los 39 altos cargos administrativos estaban en manos de isleños (Sandner, 2003: 337- 338). La fuerte presión por la presencia de pobladores de otros lugares y la necesidad de conservar la identidad cultural propia, condujo a los nativos a una toma de conciencia del “ser isleño”, produciéndose una afirmación de unos contenidos que constituirían al grupo como etnia, entre estos contenidos se destacan el reconocimiento del idioma criollo como lengua materna, la permanencia del puritanismo ya sea en la práctica católica o protestante, la estructura de las viviendas, las relaciones de parentesco y la estratificación por prestigio, entre otras (Valencia,2002:24-25).
Debido al descontento de los isleños se crearon movimientos reivindicatorios donde se destacan el movimiento político S.O.S (Sons of the Soil), quienes promulgaron entre otras cosas la preservación de la cultura y del pueblo, a través del fortalecimiento de la conciencia anglo afro caribeña de la población Sanandresana y de la protección y conservación del territorio insular (Ratter, 2001: 135-136). Como una respuesta a estas manifestaciones, en 1986 se expide la Ley 473 del 11 de Febrero que promueve la protección y la preservación del Patrimonio Nacional de San Andrés, como parte independiente del territorio nacional con historia, idioma y cultura propia (Ratter, 2001:137).
Sin embargo, la migración descontrolada de migrantes colombianos de todas partes del continente agudiza la problemática de poblamiento, desempleo y desplazamiento de la población nativa y amenaza la sostenibilidad ambiental de la isla.
Como una forma de contrarrestar esta situación y la de otras minorías étnicas en el país, en la Constitución de 1991 se expiden artículos como el 7 que reconoce y protege la diversidad étnica en Colombia, en el artículo 10 se promueve el multilingüismo y el articulo 310 menciona que el Departamento Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina se regirá, además de las normas previstas en la Constitución y las leyes para los otros departamentos, por las normas especiales que en materia administrativa, de inmigración, fiscal, de comercio exterior, da cambios, financiera y de fomento económico establezca el legislador (Ratter, 2001:137).
Adicional a esto, se expiden el decreto ley 2762 de 1991 que crea la OCCRE (Oficina de Control de Circulación y Residencia) y las leyes 70 y 47 de 1993, teniendo esta última entre otros objetivos la promulgación de territorios colectivos y la protección de la lengua y cultura del grupo raizal en las islas y promueve la participación política nacional de estos en defensa de sus derechos e intereses.
La cultura raizal en relación a los nuevos isleños y demás habitantes de las islas
En la isla cohabitan con los raizales, otros isleños pertenecientes a grupos étnicos que llegaron en su mayoría después de la declaratoria del Puerto Libre. Estos grupos son conocidos popularmente por su lugar de origen y pertenecía cultural como “pañas” (los colombianos continentales) y turcos (los sirio-libaneses). Los isleños pañas por su lado, son los descendientes de colombianos continentales, hispanos hablantes, que llegaron en su mayoría de las distintas zonas del Caribe continental colombiano y del departamento de Antioquía. Los pañas
se distinguen porque ocupan casi toda la zona norte y centro de la isla, y si bien todos los hispanos hablantes se denominan pañas, dentro de este grupo hay diferencias significativas de estratificación, ocupación económica y condiciones sociales en la isla.
Por ejemplo, en el territorio insular la colonia paisa ocupa un lugar importante en el sector turístico y comercial de la isla y están residenciados en barrios considerados de estratos altos, mientras que los migrantes y descendientes de la zona Caribe continental colombiana, en su mayoría se dedican a los oficios varios y se consideran la mano de obra de la hotelería y el turismo en general. Otra característica interesante de este segundo grupo de pañas, es que viven mayoritariamente en barrios no legalizados, es decir, que no cumplen con las especificaciones de planeación departamental y es en estos barrios en donde se genera un alto porcentaje de los casos de violencia social que se reporta en la isla.
Por su lado se conoce como turcos, a los sirio-libaneses y sus descendientes, que profesan la religión musulmana. Algunos de estos, llegaron directamente de sus lugares de origen, otros ya estaban asentados en la región Caribe colombiana y su condición principal es que la mayoría del comercio está bajo su dominio y poco se involucran de manera directa en los asuntos administrativos y políticos de la isla.
Adicional a los migrantes y sus descendientes, en la isla también se reconocen dentro de la población isleña, otro grupo que si bien no es étnico, si aparece como categoría social, estos son los denominados fifty-fifty o half and half. Se asocia a este grupo a todos los isleños o sus descendientes que son producto de las distintas mezclas entre la población raizal y los demás grupos culturales que cohabitan en la isla o de uniones con extranjeros (entre los que se pueden destacar centroamericanos, especialmente hondureños y nicaragüenses, y europeos principalmente italianos y alemanes). A pesar de que este grupo es el resultado de las uniones interétnicas, la mayoría se asumen culturalmente como raizales por el concepto de ancestralidad, aunque no hablen el idioma de la etnia o no vivan en el territorio insular.
Los grupos anterior mente descritos configurarían el nuevo panorama de isleños o de la mayoría de la población insular actual distinta a la raizal. Sin embargo, cabe la pena destacar que además de los grupos antes mencionados, también se encuentran en las islas otras colonias, que si bien tienen menor grado de población, no son menos importantes. Este es el caso de las familias judías, que tienen significativa representatividad en el comercio y muchos se encuentran asentados desde hace años en las islas y han aportado a su desarrollo. Otro grupo presente es el italiano, que si bien es más reciente se ha incorporado en las actividades comerciales y del sector turístico con relativa representatividad. Por último vale la pena destacar la presencia argentina en la isla, que a pesar de ser pocas familias, estas han logrado una representatividad importante en la sociedad isleña.
Además de los cambios demográficos en la composición poblacional, en el plano sociocultural, como consecuencia en gran parte de las mezclas y la permanente convivencia entre los distintos grupos culturales, los rasgos que se utilizaban como aspectos de diferenciación ya no son marcados en algunos sectores de la isla.
Un ejemplo de esto , es que hace algunos años se definía como raizal a aquella persona que, entre otras cosas, se caracterizaba por el uso del creole; sin embargo, este rasgo que se considera tan propio de la cultura raizal, se encuentra en personas descendientes de los otros grupos culturales, pues también usan el creole e incluso más que algunos descendientes de los raizales, debido a que en la isla hay personas que si bien pertenecen a la etnia, no manejan el idioma, tal como lo señala la tabla 6, el 22.38% de los raizales no habla el criollo.
De igual forma ocurre con algunas expresiones culturales como las preferencias musicales y las prácticas dancísticas, donde observamos una predominancia, casi homogénea en toda la isla, de ritmos como el reggaetón, la salsa, el reggae, dance hall y el vallenato, sin que exista mucha diferenciación entre grupos culturales, sobre todo entre los provenientes de la costa continental colombiana y los raizales. Ejemplos similares al anterior se pueden apreciar en otras prácticas culturales relacionadas con la gastronomía y la religiosidad.
Al decir que hay menos aspectos diferenciadores entre unos grupos y otros, no se intenta negar que todavía predominen en la isla características propias dentro de los grupos culturales que sirvan para tal fin. Por el contrario, lo que se quiere exponer es que, cada vez más, las dinámicas de interacción social están haciendo que expresiones culturales que antes solo caracterizaban a un grupo específico, se están haciendo extensiva a gran parte de la población isleña, sobre todo en las nuevas generaciones, sin que pareciera darse una fuerte resistencia al respecto.
Tan palpable es esta realidad que casi todas las políticas públicas con respecto a la población raizal apunta al fortalecimiento de la misma, para mantenerla como parte importante del este patrimonio material e inmaterial que representa este pueblo para las islas y para la nación colombiana. Y se está haciendo esfuerzos, para que a lo largo de todo el territorio se resalten los valores y costumbres raizales por encima de los demás grupos culturales, es mas pareciera que la intención es que estos otros los adopten.
Sin embargo, se aprecia que más que mejorar las condiciones de los raizales y de la situación de la isla en general, han venido aumentando las problemáticas sociales. Entre estas problemáticas que afecta a la población isleña en general y a la raizal en específico son las actividades ilícitas relacionadas con el narcotráfico, la delincuencia y la violencia. En la cual muchos isleños se encuentran presos en cárceles extranjeras, en su mayoría de EEUU o se han desparecido en las aguas de mar Caribe o han sido asesinados por retaliaciones de negocios ilícitos. La violencia social se ve reflejada en el aumento de muertes a causa de diferencias entre pandillas o por aumento de acciones delictivas como los robos. Otra situación que también en los últimos años es que se ha incrementado la emigraciones de la población isleña a otras partes del Caribe en busca de mejores oportunidades laborales, destacándose entre los sitios receptores Gran Caimán y los cruceros, donde se desempeñan en oficios varios, muchas veces distintos a la profesión que eligieron o estudiaron.
Grupo indígena raizal
“Antes nos llamábamos isleños, nosotros decíamos que éramos isleños, pero cuando empezaron a llegar continentales, ellos también querían llamarse isleños, y nosotros, para distinguirnos de ellos, empezamos a llamarnos nativos. Pero cuando empezaron a nacer hijos de los que habían llegado entonces ellos también eran nativos, porque habían nacido en la isla. Entonces nos llamamos raizales.” (Entrevistado: Juvencio Gallardo, Movimiento KETNA, 2 de julio, 2003), citado en Cano 2005.
Teniendo en cuenta que la tendencia de la isla es el resaltar la insularidad como marcador de la identidad, algunos grupos extremistas del pueblo o la comunidad étnico raiza,l en busca d
e diferenciación política y de su fortalecimiento con relación a los otros grupos culturales, ha evolucionado el concepto de grupo étnico a grupo indígena raizal, según ellos, el concepto indígena es el que más se asemeja a la condición que ellos tienen como grupo primario del archipiélago y porque les permite tener mayores posibilidades de acceso a leyes de tierras y a control político (cano, 2005), quien lo expresa de la siguiente manera:
“Esta nueva forma de reivindicación ha sido necesaria para la lucha en pro de los derechos exigidos ante el gobierno colombiano, ya que se han dado cuenta que las comunidades indígenas han obtenido amplios beneficios con respecto a la autodeterminación, el autogobierno y la posesión de las tierras, esto último bastante necesario en la situación de sobrepoblación que se vive en San Andrés. Pero esta denominación ha sido necesaria también en un ámbito más amplio, es decir el internacional, puesto que ha sido poco lo que se ha conseguido nacionalmente. Con este estatus los raizales pueden ir ante organizaciones internacionales como la ONU o la UNESCO, y plantearles a ellos la situación que viven, lo cual no podrían hacer con su estatus precedente de minoría étnica”.
Esta nueva visión de la raizalidad ha hecho que se polaricen y se radicalicen algunos discursos con respecto a las identidades socioculturales en la isla, donde aspectos como pertenecer a la religión protestante, hablar el creole o tener apellidos angloparlantes o asociados a la ancestralidad isleña, son marcadores de esta identidad. Antes había un reconocimiento, de la presencia del catolicismo en la raizalidad, en los últimos años se ha querido dejar a un lado esta característica y colocar dentro de su religiosidad únicamente el protestantismo, sobre todo para resaltar el papel de los pastores en la lucha por la autodeterminación (Cano, 2005). Este discurso indigenista ha llegado a cuestionar abiertamente las relaciones interétnicas y los hijos nacidos de estas uniones, pero más aun cuestiona los derechos de nacimiento en su territorio ancestral de los hijos de los migrantes.
Mientras que el grupo raizal extrema su discurso, el gobierno nacional más que reconocer su condición indigenista, lo resalta mas como parte de las comunidades negras del país (Conpes 3660: 2010, 2) En el desarrollo de las acciones para la protección de esta población, en los últimos años se han elaborado el “plan integral de largo plazo para la población negra /afrocolombiana, palenquera y raizal” en el 2006 y CONPES 3660 denominado “política para promover la igualdad de Oportunidades para la población negra, afrocolombiana, palenquera y raizal” de 2010. Esta significa diferencia entre lo que alguno de los raizales desean y las posturas del gobierno nacional ha afectado en gran medida la política local, en la medida en que mientras algunos raizales, sobre todo los funcionarios públicos y políticos han aceptado la política nacional y su visión, otros sectores de gran representación en la comunidad en los sectores populares no se sienten identificados con quienes lo representan. Por lo anterior, se observa un distanciamiento y una fricción entre los entes gubernativos y sus dirigentes, la mayoría de ellos raizales, y la comunidad a quienes ellos representan.
A manera de conclusión
La situación actual de los raizales y la reivindicación de su existencia y derechos patrimoniales del Archipiélago, han traído como consecuencia la no existencia de un discurso único sobre quiénes son los raizales, de donde provienen e incluso para donde deberían dirigirse. Estas posturas traen como consecuencias, rupturas al interior del grupo étnico que no les ha permitido avanzar a nivel político y cultural sobre puntos concretos a negociar con el gobierno nacional, si fuera el caso, o por el contrario seguir en su lucha independentista.
Algunos autores expresan que lo anterior se presenta en la medida en que los procesos migratorios, de mestizaje e hibridación de los raizales y de su cultura con otros grupos étnicos, sumado a la condición de insularidad han generado dificultades en la permanencia y prevalencia de los valores raizales por encima de los demás grupos culturales, por lo que ya estos no son los que se resaltan y se observan en la cotidianidad de la isla y de algunas personas raizales. En este sentido, se puede considerar que el verdadero reto para los raizales en un contexto multiétnico como es el caso de San Andrés, es determinar como colectivo, que cohabitan un mismo espacio, qué valores y prácticas se promueven en la sociedad, su sociedad, y cuáles no.
Pero más allá de las dificultades actuales, los raizales con sus formas de expresarse, a veces en creole a ritmo de Calipso y mentó, otras en un inglés de un marcado acento Caribeño y a la par de una polka o una mazurca, otras en un español pronunciado con mucho esfuerzo y al lado de un sentido vallenato, se consideran en este escrito como una fuerza viva que señala las distintas paradojas de las que ha sido constante la macro región del Gran Caribe, enseñando que los Caribeños son un poco de todo, un poco de aquí y un poco de la nada.