El hombre vive en el gallinero del primer piso del viejo edificio carcelario. Esas celdas son un sitio de privilegio, lugar donde se encuentran los reclusos que mejor se comportan, por lo general son los más colaboradores. Ya está preparado mentalmente para su 372, es decir, para su permiso de tres días especiales en la calle disfrutando de la plena libertad.
Fue condenado a ocho años de prisión pero tan solo pagará cinco años y seis meses teniendo en cuenta su excelente comportamiento. Es el albañil de la Cárcel. Muestra con orgullo los muros del penal que el mismo ha levantado. La actual cafetería llamada antiguamente el ‘Caspete’ es otra de sus obras recientes, la cual logró levantar con los cálculos de una arquitecta bogotana. Su familiares se encuentran en Medellín, pero en la isla de San Andrés tiene también familia con quienes tiene asegurado el trabajo en un establecimiento abierto al público local.
Su delito fue no haber podido vencer la ira, es decir, no poder vencerse a sí mismo.
Recuerda con viva memoria que después de haber comido, aquella mujer acompañada de toda su familia se negó a pagar una cuenta en el restaurante donde trabajaba Víctor, poniéndolo en calzas prietas teniendo que responder por una cuenta superior a los doscientos mil pesos. Y, el argumento de la mujer para no pagar la cuenta fue acusarlo de acoso sexual, una acción que jamás cometió, sostiene él, quien agrega además, que herido en su amor propio y orgullo de hombre y sintiéndose agredido por dicha mujer, reaccionó violentamente, tomo una silla del restaurante en donde trabajaba y la reventó en el rostro de aquella mujer desfigurándoselo en su totalidad. La justicia lo reprobó por intento de homicidio y fue condenado a ocho años de prisión.
Hoy Víctor es incapaz de cometer un acto violento, ha podido reencontrarse consigo mismo, es más, lo han dejado solo en los muros exteriores de la ‘Cárcel Nueva Esperanza’ para que pinte las paredes que todos podemos ver cuando nos acercamos a aquel lugar, todos los directores que han estado en ese reclusorio le han tenido absoluta confianza, y por eso, se lo han permitido: ser el colaborador más resuelto al interior de la ‘Cárcel Nueva Esperanza’. Sueña a diario con su familia que reside en Medellín y en el norte del departamento de Antioquia, sueña con volverlos a ver y no lo ve lejano porque muy pronto, en poco menos de dos meses, habrá podido recobrar su libertad, mientras jura y sostiene que nunca más en su vida volverá a pisar una cárcel.