Antonio Colmenares Martínez
Como el Rey de España, Uribe debía abdicar, o prometer hacerlo dentro de cuatro años si gana la presidencia con su intérprete Zuluaga, ya está bueno de buscar venganza contra la guerrilla y contra Santos por traicionarlo hace cuatro años, ya está bueno de tanta chabacanada, hace falta presidente no capataz. Y Santos debía decir de donde va a sacar los soldados para conformar el Ejército, porque le pregunta a los padres si prestarían sus hijos para la guerra, con el propósito inmediatista de conseguir votos, sabiendo que todos le van a decir que no, olvidando que hay una constitucional razón de Estado, o ¿fue que se convirtió en objetor de conciencia? Que mal asesorado está el presidente candidato en comunicaciones y propaganda.
Es que la conquista de los votos para segunda vuelta no respeta ninguna dignidad, todo vale y en la mitad, como la reina del ajedrez, las Farc. Guerrilleros con ínfulas de ‘perdona-vidas’, que ni hablan, solo esperan con cierta sonrisa sarcástica. El expresidente Uribe, a través de su intérprete Zuluaga, pone a las Farc en el blanco porque tiene una venganza entre pecho y espalda que no lo deja pensar con claridad y solo ve armas y escucha tambores de guerra, por su parte Santos está tratando de que los diálogos con la guerrilla le den el pasa-bordo a cuatro años más de nada. Por donde se mire el país terminó con las Farc como protagonistas, para bien o para mal, por la izquierda y por la derecha, por encima y por debajo y todo este sainete de las elecciones para esta organización delincuencial ha sido una buena forma de celebrar sus 50 años de existencia, sin preocupaciones, con una cúpula relajada pero a la expectativa de saber si deben volver a sus sitios de enquistamiento o por el contrario estirar las piernas y seguir dialogando hasta que termine los otros cuatro años de Santos.
Mientras tanto los electores, en su gran mayoría, ven con escepticismo, con desconfianza, con prevención las contaminadas campañas. Con excepción de los fanáticos, hay conciencia plena de que no hay de donde escoger por las mentiras que rodean a unos y otros lo cual enturbia el análisis y crea indecisión, inseguridad y para algunos rabia y tristeza porque no encuentran cómo y porqué votar por uno de los dos desprestigiados candidatos. Lo cierto es que, quienes vivieron las épocas de la violencia política por la pugna entre liberales y conservadores creen que las cosas están llegando a los mismos niveles de polarización y que de seguir así haría falta otro ‘frente nacional’ para zanjar las profundas diferencias que quedarán después de estas elecciones, solo que no sería entre liberales y conservadores sino entre los malos y los peores. Suena a descabellado, a exageración, pero es que se asiste por estos días a escenas de proselitismo político muy vulgarizado, ofensivo, deshumanizado, irrespetuoso, algunos creen encarnar a su líder y amenazan, señalan y regañan, con furia incontenible, con desmedida pasión, lo cual en el mundo político moderno no hace falta, pero existe la creencia que en Colombia hay que gritar y ofender para ser escuchado y eso es un error, esas son cosas de la pedagogía antigua que fue reemplazada por la tolerancia y por la posibilidad de que todos los argumentos sean escuchados.
Quien gane tendrá que intentar cumplir con lo poco que se comprometieron a hacer en salud, educación, vivienda, porque los dos se dedicaron a hablar de la paz como si se tratara de algo distinto para cada uno de ellos. Paz con interpretaciones diferentes en una actitud que puso a las Farc como la protagonista -con ella para dialogar o contra ella para guerrear- y la gente a votar. El grupo guerrillero es el único ganador claro, en todo este irregular proceso electoral. Y el pueblo colombiano impotente debe ir a las urnas cómo va el ganado a los mataderos.