Por: Daniel Newball H.
Algunos los llaman votos amarrados, otros votos comprados. Lo que es cierto es que para ganar unas elecciones es necesario tener una base electoral sólida, un grupo de seguidores fieles y leales que, sin importar cuál es el candidato o las circunstancias que rodean a los líderes de la agrupación política, lo importante es tener a los fieles seguidores contigo que, a la postre, se encargarán de arrastrar a los incautos electores indecisos buscando una cobija que los caliente.
Dentro del debate que surge en cada elección sobre los niveles de abstención de votantes, la aparición de los leales electores, los cuales motivados por circunstancias relacionadas con beneficios económicos, amistades de vieja data o simple tradición familiar, lleva a que los comicios no terminen en una paradoja donde los mandatarios llegan a niveles de mando pero sin saber ciertamente si cuentan con la legitimidad del respaldo popular.
Hace poco exploré en el internet sobre el tema y me topé con un estudio adelantado sobre el tema de la abstención en España titulado “Las Bases Sociales y Políticas de la Abstención en las Elecciones Generales.”
En las explicaciones psicológicas, la abstención se ha correlacionado con la existencia de un conjunto de actitudes individuales (hacia el sistema político) tales como desinterés, apatía y, en general, ‘desafección’ hacia la esfera política.
En los modelos sociológicos, la variación de la abstención se ha atribuido, a su vez, a diferencias en factores estructurales, tales como la edad, hábitat, clase social y renta económica, que, al afectar los recursos personales (y, en parte, el grado en que las decisiones políticas afectan el bienestar individual) de cada elector, modifican la probabilidad de que cada elector vote.
Aunque estos modelos muestran una cierta validez para explicar el abstencionismo en las elecciones norteamericanas, su capacidad explicativa ha sido menor para el caso español.
Tres son los problemas que se suscitan en estos estudios. En primer lugar, los factores estructurales, tales como estructura productiva, ingresos o urbanización, que desempeñaron un cierto papel explicativo para las primeras elecciones democráticas, parecen haber dejado de afectar el comportamiento abstencionista desde finales de la década de los ochenta.
En segundo lugar, los modelos sociológicos son incapaces, por definición, de dar cuenta tanto de las diferencias de participación en comicios de distinto rango como de las fluctuaciones temporales en elecciones del mismo nivel (por ejemplo, elecciones generales).
Finalmente, los estudios sobre abstención se han llevado a cabo en España mediante técnicas multivalentes lineales, que introducen un grave sesgo en los resultados explicativos de variables dependientes dicotómicas.
El estudio afirma que al examinar las causas de la abstención es apropiado concebir el acto de votar como el último paso en un proceso en el que cada individuo, en función de su nivel de motivación e interés en el proceso electoral, y tras considerar tanto el grado en que su acción es capaz de influir en las decisiones colectivas como los costes que le reporta votar, juzga mediante qué tipo de acciones y con qué grado de intensidad resultado adecuado participar en la esfera política y en la toma de decisiones colectivas.
La pregunta que cabe aquí en nuestro contexto local es, ¿Cuál es la motivación que llevará a los votantes a elegir a sus gobernantes este 25 de octubre?
¿Acaso las condiciones están dadas para un cambio o simplemente estamos hablando de cambiar los protagonistas de un sistema que se ha tornado corrupto por los millonarios intereses económicos que se mueven?
O, ¿Es necesario hacer un cambio de poder, con una gran base electoral y económica sólida, y de esta manera darle la oportunidad de promover una nueva visión de liderazgo y emprendimiento para los isleños?
Las opciones están sobre la mesa, no obstante para estos comicios es necesario que los candidatos entiendan que las circunstancias no están dadas para una movilización popular y que nuevamente serán las bases electorales que lo definirán todo en las urnas.