Se sigue repitiendo semana tras semana y sobre todo en los fines de semana, el mismo espectáculo bochornoso de turistas tirados en el piso, en las escaleras o hacinados en las salas de espera del aeropuerto Gustavo Rojas Pinilla, con lo cual la Aeronáutica Civil le está haciendo un enorme daño al destino turístico por no garantizar la conectividad que se requiere para el arribo de viajeros sin contratiempo, y por su puesto mantener la dinámica de aumento que ha venido reportando en los últimos años el archipiélago, gracias al trabajo de promoción que hacen los hoteleros en los diferentes mercados de nuestro destino.
El Gobierno parece hacer suficiente con el solo hecho de haber adjudicado ya las obras, pero difiriéndolas en el tiempo hasta enero del año entrante, como si la situación diera espera, cuando es claro que por la urgencia de lo que viene ocurriendo, no da espera y debería entrarse a aplicar un programa de contingencia que no deje a los viajeros esperando interminables jornadas para poder tomar su vuelo de regreso a sus destinos de origen.
Y es que lo que viene ocurriendo de manera recurrente con el aeropuerto Gustavo Rojas Pinilla y sus reiterados cierres temporales de operaciones por los problemas de la pista de aterrizaje es realmente vergonzoso para el Gobierno Juan Manuel Santos Calderón, y para el Presidente mismo y su fórmula vicepresidencial.
Y lo es porque nadie puede entender como la principal actividad económica de una región turística que es el segundo destino de turismo del país después de Cartagena, y a la que el Gobierno de Santos dice haberle puesto los ojos después del fallo de la Corte Internacional de justicia, se ve paralizada por un desperfecto en la pista de aterrizaje de su único aeropuerto.
Peor aún porque Santos ha dicho hasta la saciedad que la inversión en las islas ha sido histórica y habla permanentemente de un billón doscientos mil millones ejecutados o invertidos por su administración en lo que va de sus dos gobiernos.
Y por si fuera poco resulta más vergonzoso porque el mismísimo vicepresidente de la República Germán Vargas Lleras decidió intervenir el tema del aeropuerto de San Andrés para anunciar que se estaban contratado obras por más de 90 mil millones de pesos en los dos aeropuertos del archipiélago, incluidas obras en las pistas de carreteo y decolaje. Por si fuera poco fue el mismo Vargas Lleras el que vino a la isla a anunciar la cancelación de la concesión de los aeropuertos a Casyp, que dicho sea de paso, mantuvo en mejores condiciones de operatividad que las que lo han mantenido tanto la Agencia Nacional de Infraestructura y la Aerocivil.
De modo que en el tema del aeropuerto son las fichas más emblemáticas del Gobierno Nacional los que han intervenido, pero solo para hacer anuncios fantásticos por que en la realidad, las cosas no han mejorado, van de mal en peor; la isla ad portas de quedarse aislada por completo y el Estado resulta tan incapaz para resolverle ese problema, como para arreglar el del rápido deterioro de las playas por cuenta de la erosión, o de la misma forma como ha sido lento para reconstruir Gramalote.
Este es un Gobierno lento en soluciones, que pareciera no dimensionar la gravedad de los problemas, máxime el de una región turística que requiere de la conectividad aérea para que su industria económica no se acabe; pero no son solamente los turistas los afectados, lo son también los residentes.
Pero más que unos y otros lo que está en juego es la existencia misma de la vida humana. Por cuenta de las condiciones poco estables de la pista podríamos estar ante la inminencia de un siniestro aéreo, y por ello mismo algunos pilotos han optado por abortar el despegue de sus aeronaves a última hora por el riesgo de que un pedazo de concreto termine afectando los sistemas de seguridad de una nave.
Pero no solo en las operaciones aéreas está en juego la vida humana, lo está también cuando la isla queda absolutamente desconectada por esa vía y nadie puede entrar o salir del archipiélago, porque ante una calamidad personal o colectiva, no existe la posibilidad de que una persona que requiera atención médica de alta complejidad pueda ser evacuado, por cuanto el territorio se queda sin los medios de transporte idóneos para llegar hasta el próximo hospital de gran nivel de complejidad más cercano.
De modo que ninguna de las cabezas visibles del actual Gobierno Nacional tienen excusa valedera para tanta ineptitud para resolver un problema tan delicado como es el caso del aeropuerto de San Andrés. Ni el Presidente de la República, ni su Vicepresidente en plan de inaugurar cuanta obra ejecute el Estado, ni su ministro de Transporte, ni el Superintendente de Transporte y Puertos, que sacó del camino a Casyp, ni el director de Aerocivil. Todos han sido inferiores a las soluciones que demanda nuestra problemática aeroportuaria.