Lo que ha venido pasando en los últimos años en la isla de San Andrés con la navegación en los martes próximos a la capital insular no hablan nada bien de los eficaces controles que deberían ejercer las autoridades navales y de Puerto como Capitanías y Armada Nacional.
Desde el lamentable episodio del Miss Isabel que cobró la vida de cinco marinos, producto de un incendio que desde el infinito no alcanzaron a percatarse las autoridades que además no atendieron a tiempo los llamados de emergencia de algunos ciudadanos, y por lo que han sido condenada la Nación, la infortunada muerte de una niña de quince años que vino a la isla a celebrar su quinceañero y regresó a Medellín en un ataúd, el lamentable accidente de un turista argentino que fue arrollado por una moto náutica y debió regresar a Buenos Aires en avión medicalizado en estado semi paralizado, ahora se suma otro incidente más grave donde dos embarcaciones chocan en un mar tan amplio y tan ancho que resulta insólito el incidente donde perdieron la vida una mujer y el hijo que llevaba en su vientre.
O hay exceso de imprudencia de personal que deberá nuevamente que ser recertificado para la navegación, o faltan los eficaces controles de Capitanía y Armada para evitar el exceso de velocidad, las maniobras de alto riesgo y la inconsciencia de quienes transportan pasajeros hacia y desde los cayos.
O la combinación de ambos está provocando anarquía absoluta en los mares donde cada quien hace lo que le viene en gana. Estos hechos amerita que se tomen drásticas decisiones de prohibir o cancelar la matricula de navegantes que violan los más mínimos protocolos de seguridad y ponen en peligro la vida de sus pasajeros por simples omisiones como no entregarles chalecos salvavidas o por excesos como conducir en forma extralimitada como narran algunos pasajeros del último incidente.
El tema no es de poca monta porque está amenazando con dañar el destino, ya que las islas podrían quedar sometidas a alertas para viajeros que deseen venir al destino, ya que no se garantiza la vida de los turistas en actividades propias del mar; principal atractivo que busvcan nuestros visitantes.
Días antes de este nuevo y mortal accidente el secretario de Turismo Richard Francis había advertido que se requiere extremar las medidas de seguridad en el trasporte de pasajeros en lanchas, para evitar episodios como la muerte una quinceañera que hacia el tour de la mantarraya en un bajo de arena, ya que una fuerte ola la sacó mar adentro y la ahogó.
Lo lamentable de este incidente mortal es que la víctima había adoptado las precauciones del caso para disfrutar de un paseo sin poner en riesgo a su bebé por el golpeteo de las olas en una lancha, y prefirió usar los servicios de un pontón que es muchísimo más estable en el agua, solo que la imprudencia y el infortunio la hicieron depositaria del fuerte golpe de la lancha que le causaron la muerte.
El testimonio de doña Omaria Basco, una turista proveniente de la ciudad de Pereira es bastante demoledor: “Salimos muy felices para el tour, pero el conductor de la lancha venia en una velocidad impresionante, varias personas le gritábamos, que por favor le mermara, que porque tanta velocidad, pero él no paraba bolas, un señor cogió un niño en los brazos se paró y le gritaba señor por Dios, bájele a la velocidad, pero éste no le prestó atención, en mi vida había visto que chocaran dos barcos en un mar tan ancho, fue tanta la velocidad que el señor no pudo como esquivar al otro barco pero no sé cómo manejen eso, yo creo que ese señor no debería estar manejando estas embarcaciones, la lancha venia llena completamente, yo llegue a pensar que eso era un simulacro que hacia parte del paseo cuando lo vi tan cerca, pero de repente sentí fue el golpe, yo tengo que hacerme ahora una cirugía, mi esposo está bastante golpeado, tiene un trauma leve en la frente, este accidente deja una persona muerta, a esto deben de prestarle más atención, porque uno paga estos viajes no para que le suceda estas cosas, deben de pensar que llevan muchas vidas por delante, deben de mermarle a la velocidad.”
Pero no pueden haber chivos expiatorios de las autoridades para pretender dar resultados, las responsabilidades deben recaer directamente en la persona que se excede en la conducción de las naves que le son confiadas, no en las empresas de turismo que hacen enormes esfuerzos de inversión para ofrecer un excelente servicio a la comunidad y turistas, pero que por cuenta de imprudencias individuales, se ven involucradas y hasta deben soportar la perdida o inmovilización de sus naves por lamentables episodios como estos.