Por Mario Hernández Zambrano, Empresario exportador
Hace unas décadas, los colombianos eran felices viajando a la isla de San Andrés a traer contrabando ‘legal’: licores, electrodomésticos, relojes, perfumes y todo tipo de joyas. De esta manera, el viaje salía gratis o muy barato, pues lo que cargaban en el avión lo vendían en tierra firme. Con la apertura de la economía, dejó de ser rentable hacer esa ‘maroma’. Y muchos nacionales dejaron de ir allá porque, sin desconocer la belleza de ese paraíso, las condiciones para hacer turismo eran muy precarias.
Un día, llegaron los narcotraficantes y se apoderaron de la isla, hicieron de las suyas y crearon un ambiente de inseguridad que terminó por desterrar a los pocos turistas que quedaban. Muchos raizales decidieron, por necesidad o por lo que fuera, acomodarse y ganar el sustento para sobrevivir. Y los gobiernos siguieron indiferentes frente a ese drama. Es inaudito y produce rabia que no haya agua potable en los más de 150 hoteles que hay en San Andrés y Providencia. Así, para ningún extranjero y solo para muy pocos colombianos, San Andrés no está en la agenda turística para vacaciones o cualquier tipo de reuniones.
A mediados de noviembre del 2012, el país perdió cerca de 75.000 kilómetros de mar, tras el fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya. A raíz de la afrentosa noticia, el Gobierno del presidente Santos anunció que era hora de mirar hacia la isla y reconocer a sus habitantes como compatriotas. Hubo anuncios y promesas de todo tipo, pero hoy la realidad sigue siendo triste y dramática.
Hace solo unas semanas, el exministro Rudolf Hommes renunció al cargo de asesor en el que lo había nombrado la Presidencia para que hiciera un diagnóstico sobre los problemas de las islas y recomendara medidas estructurales que se debían poner en marcha para su desarrollo. Hommes se va triste y defraudado y la reacción del Gobierno fue tan pasiva como si poco o nada le importara el asunto.
Sobre San Andrés se ha dicho de todo, incluso que podría ser una especie de centro financiero del Caribe, que tuviera un desarrollo turístico de salud o de carácter contemplativo por su bella naturaleza y sus habitantes e idiosincrasia, que sería ideal para fomentar una cultura autóctona de gran atractivo para los visitantes. La poca capacidad de las agencias del Gobierno Nacional, la inoperancia de las agencias especializadas y la mediocridad de nuestra clase política son responsables de lo que está pasando en ese pedazo de nuestro territorio. Mientras tanto, es espectacular lo que está pasando en el Caribe y Centroamérica. Islas que no tienen alguna posibilidad de competirle, se han convertido en centros de turismo, recreación, convenciones y de atención en salud para mayores y jóvenes, y de riqueza y prosperidad.
Lo que ha pasado con San Andrés no tiene perdón de Dios y es un sinónimo de desgano, del Gobierno, y muy baja creatividad. Puede que suene duro, pero a lo mejor en manos de otro país, las cosas irían mejor. Increíble que no seamos capaces de reinventar a San Andrés, como requisito para no quedarnos atrás y competir. Tomado de Portafolio