Por Ricardo Rocha
El análisis del caso de Vicky Dávila y la sórdida historia del entonces senador y posteriormente vice-Ministro tiene un error y es que no es responsabilidad de los periodistas cuidar a las familias de otras personas y especialmente de políticos y funcionarios por bien enchufados que estén. Esa es tarea de ellos.
En ese video no hay nada que sea un montaje o haya sido falseado hasta donde se alcanza a escuchar de parte del político del cuento. Que no debió divulgarse dicen porque eso afecta a la familia del hombre, eso puede ser verdad. Pero también lo es que desde hace mucho rato se viene hablando de un ring de prostitución dentro de la Policía Nacional auspiciado por sus altos mandos. Alrededor del cual hay dos muertes violentas que aún no han sido aclaradas.
Aquí viene bien el consejo que Pat Brown le dejó en el escritorio a Ronald Reagan cuando éste fue elegido Gobernador de California: si no quiere que la prensa lo diga, no lo haga. Los indicios del desmadre de la Policía no son de ayer. Hay alrededor de Palomino, quien dirigía la Policía, toda suerte de versiones y ninguna de ellas respondidas con claridad. Pero también están los seguimientos que se le hicieron a la periodista Vicky Dávila lo mismo que las intercepciones telefónicas en lo que luce- hasta ahora- como operaciones ilegales. Ahora se sabe que el General Naranjo suspendió el servicio de escolta a un Senador también por acoso. Aunque el asunto no pasó de allí significa que esta podredumbre no es nueva sino que viene de tiempo atrás. No importa desde cuándo lo que sí demanda el público es que no puede seguir.
«María Mercedes para servir a Ud. de mi familia me encargo yo», decía una pegajosa canción de unos de esos folletines que la cantante Thalía hacía en tv. Eso aplica al señor Ferro, cuidar su familia es su primera obligación. Culpar a quienes pusieron a circular el video en medios legítimos es irrazonable y menos con el argumento de que fue obtenido de manera subrepticia. Justamente en el país en donde hasta la autoridad usa a los medios de manera ilegal para suministrar subrepticiamente evidencias procesales con el fin de destruir a quien se estima enemigo. La pieza puede caer en lo que es el mal gusto pero es cierto que no todo en la vida es de buen gusto.