Antonio Colmenares Martínez
Más llanto que llorar es ver llorar. Pero duele mucho cuando se ve a una persona como James Rodríguez llorando como un hombre con cara de niño encajada en un cuerpo de atleta que todos en Colombia quieren como a un hermano o un hijo. Esas lágrimas eran algo más que dolor por la derrota, eran lágrimas de la honradez desperdiciada, del esfuerzo fallido. Lágrimas sinceras como las de cualquier colombiano que soñó con dar un paso más en la escalera de un Mundial artificial y evidentemente amañado, pero también un mundial enriquecido por la superación de jugadores y equipos que, al comienzo, no figuraban pero que con el paso de los partidos se convirtieron en grandes sorpresas como el caso de Costa Rica.
Lo que nadie sabe a ciencia cierta, pero quizá sospecha poniendo en práctica eso que han dado en llamar ‘malicia indígena’, es que el diseño del Mundial, especialmente para un país que necesita mostrar un campeón del mundo con el objetivo de justificar los costos del evento frente al paralelo y simultaneo conflicto social que ha tenido que sortear con heridos y represión policial el gobierno de la señora Russel, no hubiera soportado una salida prematura del mundial porque sería como ‘quitarle la anestesia’ a un cuerpo herido pues eso Brasil, un país acostumbrado a ser campeón por calidad, fuerza, historia, mística y ganas. No estar en la etapa de cuartos para arriba, hubiera sido una debacle no soportable por las comunidades ávidas de reivindicaciones laborales o de, al menos, sentirse los mejores del mundo jugando a la pelota.
Pero aún falta mucho por ver, esta hipótesis se ratificará en los partidos que están por disputar, en los cuales se podrá analizar si es cierto o no que los árbitros son apenas instrumentos que entran a la cancha con el ‘libreto aprendido’ y que, a pito, acomodan lo que la presidenta Russel y la Fifa necesitan que ocurra. Si esta hipótesis va por buen camino la final será Brasil – Argentina porque es el partido más taquillero y dejaría los mayores dividendos a un Mundial que no se salvará del juicio de la historia, que lo va a considerar como el más cosmético, artificial, maquillado y viciado por tantas zonas grises en el manejo.